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8 tipos de bebedores de vino

Excelente nota de Joaquín Hidalgo pra el diario La Mañana de Neuquén

Amantes del vino hay muchos, aunque cada uno puede reducirse a estos modelos que presentamos a continuación.

En la psicología, estos perfiles se llaman arquetipos. Averigüe cuál es el que le corresponde. Hay para todos.

El avaro: uno de los peores consumidores de vino es el que no comparte. Digamos el que compra botellas para él y botellas para la visita. El punto más alto de este mal personaje es aquel que en una reunión convida un vino que sabe no es su favorito. Se detecta fácilmente porque a todos le rellena la copa, pero la suya sólo vuelve llena de la cocina, donde esconde su botella. Su invitado favorito es el que viene a continuación.

Todos los vinos son pardos: este tipo de bebedor es la antípoda del avaro. Lo mismo le da que sea Reserva tinto añejado que un joven vino blanco de cartón. Su necesidad es de bebida: lo importante es el alcohol, sea de Malbec, de granos o medicinal. De ahí que resulte desprendido y todos los tragos le vienen bien. Es el que más irrita al bebedor conocedor, porque demuestra la misma pasión por el vino que una ameba.

Saber para beber: al filo de ser un pesado, hay un bebedor-conocedor que le gusta saber y opinar y se apasiona por el vino. Es aquel que puede pasarse horas monologando sobre las bondades de un Cabernet de 10 pesos, como si acabara de encontrar un tesoro. Quiere con afecto sincero a esta bebida y a cada vino es capaz de darle su lugar: el terruño, la bodega, el estilo, siempre encuentra algo rescatable a cada botella. Su peor versión es el evangelizador, que quiere apasionar al resto y todo lo explica y pondera. Casi como un bebedor ritual.

El bebedor ritual: definitivamente una carga para cualquier encuentro. Es el que cree que el placer debe ser ortopédico y pide decantar de entrada, copas de cristal, sacacorchos de dos pasos, y el que en el momento en que se está por comenzar el brindis recomienda detenerse un poco más “para que el vino se airee y se exprese bien”. No toma ciertas variedades y pondera al Pinot Noir sobre las demás. Puede usar cuchara de cata colgada al cuello para marcar superioridad. Hablar de Francia puede causarle incontinencia verbal.

Cholulo: en un sentido es inofensivo y naïf, aunque como bebedor de vinos raya la estupidez. “Cuánto cuesta la botella” es la frase de cabecera y cualquiera que supere las nubes de los 60 pesos es considerada por él como el no va más. Suele mencionar a sus amigos sin apellido y anteponer el dinero a la marca del vino, como una forma de subrayar su pertenencia. Mencionarle a Rutini lo hace suspirar.

El buscador de precio: una suerte de antítesis al bebedor cholulo, aunque no es exclusivo del mundo del vino. Su único objetivo es conseguir el mejor precio posible por una botella y a veces es capaz de cruzar la ciudad para comprar una por dos pesos menos. El summum de sus apetencias se cumplen cuando consigue una marca que nadie conoce, que compra en forma directa de la bodega y por la que se ahorra unos billetes. Bebe siempre vinos desconocidos y despotrica contra las grandes marcas que le cobran el “marketing”.

Paranoico: hay un tipo de bebedor de vinos que cree en un complot contra su persona. Lee atentamente las contra etiquetas y desmiente cada uno de los argumentos. Donde dice barrica, sospecha chips; donde lee Cabernet Sauvignon, arriesga un corte con Malbec; y si se hace mención a una región en particular, enseguida afirma que el vino seguramente está hecho con uvas de varios orígenes. Se siente siempre estafado, aunque no renuncia a seguir comprando. Su vanidad consiste en sentirse superior a la media y conocer lo que la gilada no sabe.

Aprovechador: en el fondo todos le perdonan su mezquindad, pero no dejan de conocerla. El aprovechador es aquel bebedor de vinos que cae a una cena con una botella barata y sin mediar otro anuncio descorcha dos de las más caras que trajeron los demás, “para comparar y aprender”. Sus argumentos son sólidos: hay que empezar por las que son buenas, dice, porque al rato nadie se acordará de notar las diferencias. Y así bebe de arriba como si su vergüenza fuera de corcho, mientras los otros un poco lo odian y otro poco perdonan.

Fuente: Joaquín Hidalgo – La Mañana de Neuquén

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