Por cuestiones laborales tuve el otro día la oportunidad de probar este caldo.
Reconozco que hace bastantes años que le seguía la pista, y en la primera ocasión en que se me ha puesto a tiro me he decidido. Fui designado como responsable de la elección del caldo en una comida entre amigos y nada más verlo en la carta demostré mi ansiado interés en descorcharlo y mi ciega confianza en él.
Y así fue. El vino aún es recordado entre los comensales (de esto hace ya tres semanas). Fue acompañado por unos buenos solomillos y la verdad es que el maridaje fue esplendido.
El vino tenía un alto grado de alcohol (14,5%), pero su paso en boca hacía pensar en que uno bebía mosto. Aromático desde el descorche, y profundo en el trago, el vino se hacía cada sorbo más apetitoso. Destacaría especialmente lo equilibrado que era y la baja acidez que presentaba, aspecto este que empiezo a dar suma importancia en cada vino que pruebo. Ciertos despuntes a fruta, puntas de amargor, y un gran recuerdo a madera.
En fin, un gran vino.
Me quedo con la frase de uno de los comensales que desconocía el vino y ahora es uno de sus más fieles devotos.: “Orines de Baco era aquello” dijo el artista. La verdad es que me dio la risa, pero pensándolo bien, me pareció acertado. Glorioso. Bastante significativo, creo.
Hornus.
Filed under: D.O. Ribera del Duero, Peñafiel Tagged: Ribera del Duero, Tempranillo