Fuente: Argentine Wines
Estanques de acero inoxidable con un espesor menor a lo recomendable y alta resistencia de las barricas son parte de los hallazgos. Investigación podría posicionar a Chile como proveedor de tecnología vinícola antisísmica.
La convocatoria sorprendió a los organizadores. A pesar de que la invitación había sido restringida a los más altos cargos de las viñas chilenas, una treintena de gerentes generales abarrotaba el salón de la Sofofa a fines de junio. El tema de la reunión eran las fallas en la capacidad industrial que reveló el megaterremoto.
Luego de que el 27F dejara pérdidas por 125 millones de litros, equivalentes a US$ 250 millones, según Vinos de Chile, se entiende por qué la reunión resultaba vital para quienes toman las decisiones en la industria del vino.
Es que el rubro estaba en shock. Cerca de un cuarto de la capacidad de guarda en acero inoxidable, la tecnología más ocupada en la actualidad, había resultado dañada. Los viñateros habían descubierto que tenían un talón de Aquiles importante.
Sin embargo, en vez de ocultarlo, los viñateros iniciaron un proyecto inédito en la cultura empresarial chilena. Las compañías del sector dieron acceso a sus instalaciones a investigadores externos, contratados por los consorcios tecnológicos Tecnovid y Vinnova, para estudiar sus problemas.
“El terremoto es una oportunidad enorme. Podemos sacar lecciones de qué sirvió o qué no lo hizo, eso nos ayuda a tomar decisiones de inversión. Como estamos en un país sísmico es seguro que vamos a enfrentar nuevamente terremotos en el futuro. No tiene sentido que una viña quiera ocultar sus problemas”, afirma Patricio Middleton, presidente de Tecnovid.
Los resultados
Una de las primeras sorpresas cuando los viñateros pusieron manos a la obra es que en el mundo no existe experiencia de tecnología vinícola antisísimica.
“Una de nuestras primeras tareas fue ver qué había en el exterior, con la idea de traer esos avances a Chile y nos dimos cuenta de que no había normativas antisísmicas en instalaciones viñateras, ni siquiera en California. Las principales zonas productivas del mundo no tienen movimientos telúricos significativos, por lo que no se han preocupado de ese problema”, afirma Elena Carretero, gerenta de Tecnovid y Vinnova.
Es decir, los viñateros chilenos tendrían que hacer camino al andar.
El paso inicial fue contratar a un grupo de profesores de ingeniería estructural de las universidades de Chile, Católica y de Los Andes.
A los tres grupos se les asignaron una parte de las 53 instalaciones vinícolas que participarían en el estudio. Las inspecciones se realizaron entre abril y mayo.
La reunión de junio fue la ocasión que tuvieron los investigadores para divulgar las primeras pistas recabadas.
Los hallazgos son llamativos. Uno que sorprendió a moros y cristianos es que las cubas de cemento, el estándar antes de la modernización de vino chileno a partir de los años 90, resistieron casi sin problemas. Punto a favor de la tecnología de los abuelos.
Las barricas, que en muchos casos terminaron desparramadas por la bodega al caerse de los racks que usualmente las sostienen, demostraron ser muy resistentes y se registraron escasos datos de roturas. Los bins plásticos (cajas de gran tamaño en que se apilan las botellas llenas) se comportaron notablemente mejor que los de madera y metal.
Tampoco se presentaron problemas relevantes en las estructuras de las bodegas.
Donde sí hubo complicaciones fue en las casas patronales, generalmente de adobe, de las viñas.
Eso sí los problemas más graves se vieron en las cubas de acero inoxidable. En el último lustro, en Chile terminaron por imponerse como la herramienta más usada para la fermentación y guarda de vino. La facilidad para limpiarlas y los sistemas automatizados de control de temperatura sedujeron a los viñateros. Sin embargo, hasta el 27F, esa tecnología vinícola no había sido probada por un movimiento telúrico de gran envergadura.
Y de ahí que la falla del 25% de los estanques de ese tipo dejó en evidencia errores que hay que subsanar.
Uno de los principales elementos es el espesor de las paredes de los estanques.
“Como el acero inoxidable es caro y los proveedores compiten por precio, se comenzó a jugar con el límite mínimo de espesor. Es una tendencia similar a la que se dio con los edificios de departamentos y que quedó en evidencia con el terremoto”, afirma José Almazán, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica.
Otros problemas detectados fue el de anclajes (los pernos que sujetan el recipiente al suelo) débiles. También la decisión de pulir las soldaduras que unen a las patas con el estanque por motivos estéticos, generó problemas estructurales.
próximos pasos
Los encargados de gestionar la investigación recalcan eso sí, que estos son hallazgos preliminares.
El paso siguiente es consolidar los diferentes informes para elaborar un manual sobre infraestructura vinícola antisísmica. Para ello presentaron recientemente un proyecto de financiamiento a Innova Chile de Corfo.
El objetivo será dar indicaciones y no vetar o favorecer una tecnología determinada; más bien, mostrar las variables a las que los viñateros deben estar atentos al invertir en infraestructura.
Sin embargo, el trabajo que comenzó con el terremoto podría dar un giro impensado hace unos meses. Elena Carretero advierte que, ante la ausencia de experiencias similares en el mundo, la investigación tiene el potencial de colocar a Chile como proveedor de tecnología y servicios vitícolas antisísmicos.
Sin duda, una réplica inesperada del terremoto.
“Falla generalizada”
José Almazán, profesor de ingeniería estructural del U. Católica, estima que más allá de la existencia de distintos tipos de estanques, de proveedores y de calidad de materia prima, el principal problema es una “falla generalizada en diseño”. La falta de cálculos sobre el aislamiento antisísmico necesario o la capacidad de las bases y patas para responder a la energía de un terremoto son parte de los problemas.