Fuente: La Mañana de Neuquén
Pocas cosas duelen tanto en el vino como no terminar una buena botella y dejarla para que se arruine. Hay formas simples de hacerla durar para volver a beberla. Aquí algunos consejos.
Una botella que estuvo guardada en el placard al menos seis meses a la espera de una ocasión especial. Un tinto que nos regaló un amigo. Una de nuestras etiquetas favoritas… Cualquiera sea el caso, abrir una botella de vino y no terminarla causa pena. Pena que aumenta al día siguiente, cuando al intentar beberla otra vez tiene un gusto agrio difícilmente aceptable.
Eso no debe suceder. Pero si por esas cosas de la vida resulta qe no se puede acabar con la botella, hay que saber que existen unos pocos trucos para evitar su decrepitud, al menos en el corto plazo.
Heladera, siempre
El dato más difícil de aceptar –al menos para los vinos tintos- es que la heladera es el principal aliado. Cualquiera sea el color del vino, el secreto de su conservación está en el frío electrodoméstico que ronronea en la cocina. No hay nada más que reponerle el corcho a la botella y dejarla descansar en la puerta (siempre en vertical) hasta el momento en que, antes de beberla, habrá que dejarla reposar unos minutos para que gane temperatura. Con este método sencillo, una botella se conserva en buen estado dos o tres días.
Tapón extractor
Un truco más fashioneta es tener a mano un tapón con bomba extractora. Existen varios modelos, pero los que más hondo han calado son los de la marca VacuVin, holandeses. Su uso es bien simple: se aplica uno de estos tapones de goma al pico de la botella, y se acciona una bomba manual muy parecida a un sacacorchos. Con cada tracción, se bombea fuera de la botella el aire excedente, se genera un vacío en su interior y el tapón ajusta cada vez más. Tapado así, y conservado en frío, un vino puede durar más de una semana abierto.
Un aparto de estos, con dos o tres tapones, puede costar en una vinoteca alrededor de 180 pesos.
Burbujas de hoy, Champanges para mañana
El caso de los espumosos es más difícil, porque cualquiera sabe que el gas en su interior a la vez que protegerlo de las oxidaciones, dificulta el retapado. Aquí hay dos variantes.
La pulcra es recurrir a unos tapones especiales que se compran en las vinotecas y que traen su propio bozal para ajustarse. Los hay de plástico y de acero inoxidable. Cuestan entre 30 y 60 pesos, dependiendo el origen y el material. Con este método y conservado en frío, un espumante tira una semana.
La alternativa casera es introducir el mango de una cucharita en el pico, ya que evita que el gas salga a raudales. El fenómeno es físico y no lo explicaremos esta vez. Basta con saber que funciona, pero que sólo conserva viva la efervescencia del vino por un unas pocas horas.
El fin último
Todo vino que ha perdido ligeramente su carácter, es decir, que no sabe como el recién destapado, es un vino ideal para la cocina. En ese caso, corcho mediante, hay que guardarlo en la heladera y usarlo en el próximo estafado, si es tinto, o una crema ácida en el caso de los blancos.