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Cuatro hombres que le cambiaron la cara al vino Chileno

Fuente: Wikén vía Venezuela Vinos

En los últimos 20 años, el vino chileno vivió un boom en términos de contenido e imagen. Estos enólogos son responsables de eso y más.

Pablo Morandé: Pasará a la historia por haber ampliado el mapa del vino en Chile. En 1982, él plantó en el Valle de Casablanca, zona que por ese entonces no se tenía como posibilidad por su cercanía con el mar, por los riesgos que implica. “Las uvas allí no maduran”, le dijeron a Morandé.
Su ejemplo, sin embargo, muy pronto sería seguido en el mismo Casablanca, pero también en otras zonas marinas, como San Antonio, y también en Limarí y Elqui. La influencia del mar no fue más una enemiga, sino que más bien una aliada para obtener nuevos sabores en el vino local. Un paso fundamental.

Álvaro Espinoza: Son varios los hechos que determinan la importancia de Álvaro Espinoza en la historia reciente del vino chileno. En 1994, mientras trabajaba para Carmen, fue el primero en etiquetar un vino como carmenere (con su sinónimo Grande Vidure), lo que sería el puntapié inicial para que luego se le considerara a esta cepa como emblema de Chile. También lideró, hacia mediados de los 90, el cultivo orgánico en el viñedo nacional con la línea Nativa, para Carmen. Una vez que dejó esta viña, inauguró un nuevo camino con el pequeño proyecto Antiyal, la primera vez que se habló de “viñas garaje” en el país. 
Y, finalmente, junto a José Guilisasti, hoy encabeza el proyecto biodinámica de Viñedos Emiliana, una nueva y revolucionaria mirada al viñedo.

Aurelio Montes: Hacia comienzos de los años noventa se comenzó a hablar en Chile de “viñas boutiques”, viñas que se concentraban sólo en vinos finos embotellados y cuya producción se iba casi completamente al mercado exterior. 
Entre esas empresas, Montes fue líder. Comandada por Aurelio Montes, la historia de esta bodega fue de éxitos en éxitos hasta colocarse hoy en día entre las más importantes de nuestro país, mirando de igual a igual a las más tradicionales viñas de Chile.
Pieza clave fue el mismo Aurelio Montes, quien tiene un don especial para leer y hacer lo que el consumidor necesita. Montes abrió caminos, pero también fue un gran ejemplo e inspiración para que muchos se lanzaran a la piscina del mercado internacional, cambiando de paso la evolución del vino chileno.

Ignacio Recabarren: Si Pablo Morandé fue el descubridor, el pionero del Valle de Casablanca, Ignacio Recabarren fue el principal articulador. Desde la Viña Casablanca, Recabarren probaría ya hacia fines de los años 80 que Morandé estaba en lo cierto y que los blancos de ese valle inauguraban una nueva era en el vino chileno.
Los sauvignon blanc hechos por Recabarren en Viña Casablanca fueron el comienzo del boom. Pero además, Recabarren se encargaría de liderar el camino del carmenere con el primer ejemplo ambicioso de la cepa, Terrunyo, y luego con Carmín de Peumo, dos carmenere que han puesto a esta cepa entre los más destacados vinos chilenos.

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