Fuente: Gabriela Malizia – Diario Los Andes
De los 9 millones de hectolitros de vino en damajuana que se vendían en el país a principios de los 90, hoy se vende menos de 1 millón. Algunas bodegas que envasan con este formato, prefieren resignar rentabilidad a sacarlas del mercado.
Sabemos que en lo que a vitivinicultura y vino se refiere, todo cambia. Pero la damajuana subsiste. De alguna manera siento fascinación por adentrarme en la vida contemporánea de este envase tan querido que trae a mi memoria relatos de otra época, en los que el vino era el invitado de honor a la mesa cotidiana, ya fuera junto con el sifón de soda para beberlo como refresco –incluso a los niños se les permitía beber un sorbito del famoso “potrillo” – o con el postre, como le gustaba a mi abuelo, con duraznos, peras y otras frutas de estación.
A los muy jóvenes esto puede sonarles historia antigua pero lo cierto es que aún muchas familias argentinas beben vino a diario gracias a que pueden pagar, tal vez no 20 pesos la botella de 750cc, pero sí 30 pesos por una damajuana de 5 litros de vino tan bueno como el que más.
¿Vino de buena calidad? Claro. Es un mito creer que el vino bueno solamente viene en botella. Existen vinos de varietales de las llamadas “primeras zonas” – Maipú, Luján, Tupungato – en damajuana que no tienen nada que envidiar a los vinos en botella. En damajuana también se envasan vinos básicos muy correctos. Por supuesto, en la viña del señor hay de todo. Los hay buenos, mediocres y malos. Pruebe, busque y encontrará.
Algunos van bien, otros no tanto
La caída libre del vino en damajuana tuvo su arranque en 1993, cuando murieron varias personas que habían consumido los vinos “Mansero” y “Soy Cuyano”, de la bodega sanjuanina Torraga. Entonces se vendían 9 millones de hectolitros en damajuanas, y en 2009 apenas 770.000 hectolitros.
El desplome que sufrieron varias etiquetas se frenó a partir del 2000 y la damajuana entró en una meseta de la que no salió.
Actualmente el desempeño de su comercialización no es parejo.
Para algunas bodegas es óptimo o muy bueno, si el volumen que venden es importante. Para otros, en cambio, factores como la competencia desleal, los altos costos de reposición de los envases, la fuerte competencia que representa el tetra en vinos genéricos y los mejores márgenes de ganancia que deja el vino embotellado y a granel, son condicionantes para salir del mercado o disminuir drásticamente la producción de vino en damajuana.
Un caso de buena performance es el de Bodegas y Viñedos Crotta, que tiene el 10% del mercado con ventas de 120 mil damajuanas al mes en todo el país. Su propietario, Carlos Crotta recuerda que la empresa fue una de las pioneras en vender vino en damajuana en Argentina junto a Borbore de San Juan que ya cerró. A principios de los 90 tenía más de la mitad del mercado.
“La calidad del vino en damajuana ha ido en aumento – asegura- actualmente el 50% es vino de mesa y el resto de varietales inclusive en roble en nuestro caso”.
Los precios van desde $27 al público en adelante según el tipo de vino, llegando a $50 en los varietales.
Crotta concentra el 50% de las ventas en Gran Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba y en menor medida en 15 provincias más. La marca también exporta a EEUU “por la gran cantidad de colonias latinas que hay, en envases de 3 o 5 litros o en caja”.
En su caso, el formato no representa desventajas. “Los insumos no son difíciles de conseguir, aunque solo Cristaleria Cattorini Hnos. produce el envase. Tampoco presenta problemas el traslado ya que las bodegas lo están enviando en canastos palletizados de 200 damajuanas, evitando de esta manera roturas y fea presentación”.
Es enfático a la hora de hablar de las ventajas del formato: “hoy el vino en este envase tiene prestigio, no se lo toma como un vino barato. Hay excelentes vinos con relación calidad- precio muy interesante, esto llevó al consumidor a volver a elegirlo, inclusive a los supermercados la están pidiendo a raíz de los aumentos excesivos en este último tiempo del tetra” (8 pesos), afirma.
“La defendemos por fidelidad con el cliente”
La marca Giaquinta es muy popular en las vinotecas y su vino en damajuana existe desde los 80. Pero la sostienen a duras penas. “Este tipo de envase no es muy conveniente para nosotros a nivel económico, lo tenemos porque los clientes son muy fieles a la marca y por eso uno persiste con ella, pero no nos rinde económicamente. El margen que tenemos en este envase es mínimo”, respondió sin dudas Elizabeth Giaquinta, de la Bodega de Tupungato.
Hoy los Giaquinta sólo venden damajuanas en Valle de Uco y Gran Mendoza. Conservan los genéricos tintos y blancos, pero hace varios años incorporaron varietales blancos como Pedro Jiménez, Torrontés, Semillón, Chardonnay y en tintos Merlot- Bonarda y Malbec.
“El turista nos pregunta mucho sobre la diferencia del vino que va en uno u otro envase y en esto queremos ser claros: es el mismo vino”, enfatizó. Los viñedos están en Tupungato, en la zona de La Arboleda.
La familia vende 70 mil damajuanas al año. “El mercado es estable, no ha bajado ni subido la venta. Al consumidor final el precio va de 27 a 38 pesos, la franja más baja es de genéricos. Nuestros clientes son los distribuidores que venden a minoristas, vendemos muy poco en bodega a los turistas”, resumió.
Competencia desleal
Para Cooperativa Primera Zona de Maipú que hace 20 años atrás vendía 50 mil damajuanas al mes, el vino de mesa en este formato dejó de ser negocio. Hoy lo venden a granel. La decisión fue traumática ya que el vínculo con el cliente a través de la damajuana es casi una mística construida durante décadas.
Raul Recupero, Gerente de Cooperativa Primera Zona, contó que para no perder todo lo que tenían decidieron sostener los varietales en este envase. “Dejamos sólo Malbec y Cabernet. Imagínese –ejemplifica- un varietal en damajuana nos deja $3,50 por litro, a granel $4,50. Así y todo no queremos sacar la damajuana del mercado porque se lo debemos a la gente que nos ha comprado toda la vida; conservamos el envase por fidelidad a nuestros clientes”.
A los altos precios del vino se suma la competencia desleal. “Mucha gente vende sin facturar, se ven damajuanas a $14 y uno se pregunta qué tienen adentro. Muchos venden sin controles, sin pagar IVA, nos cansamos de pelear con esas cosas. Como el granel que tenemos es bueno siempre hay quien compre. Por eso hoy vendemos nada más que 8.000 damajuanas por mes en Mendoza”, confió Recupero.
El trabajo con varietales ayudó a no perder clientes. “El público que tenemos es chico pero fiel –admite -además el Malbec de Primera Zona siempre ha sido reconocido, proviene de viñedos en Rusell, Tres Esquinas, un poco en Luján. Es cierto que hay una pequeña diferencia entre el Malbec que ponemos en la botella que el que vendemos en damajuana. La uva es más seleccionada y usamos los toneles grandes de roble, pero en lo demás el trabajo es el mismo”.
El vidrio también presenta problemas para los productores chicos que no alcanzan a recuperar las pérdidas con el volumen. “Mucho se pierde en la lavadora donde hay bastante nivel de rotura. Además muchas veces los clientes no devuelven las damajuanas, siempre tenemos que salir a comprar, no es fácil conseguirlas y son caras, $3 cada envase”, apuntaron.
Actualmente, algunos vaticinan que la damajuana está llegando a su fin: “se quiera o no van a quedar pocas bodegas que vendan vino en este envase, porque la gente busca comodidad y aunque el tetra es caro lo compra. Yo creo que no a muy largo plazo la damajuana va a desaparecer”.
Historias envueltas en mimbre
Los buscadores de historias difieren acerca del origen del nombre damajuana. Algunos sitúan su nacimiento en Burdeos, otros en México.
Un relato refiere que el nombre surgió en México, en 1850, cuando en un pueblo en la afueras de Tijuana, una mujer de aspecto regordete, salió a comprar vino para su marido, con una botella que su marido, el vidriero del pueblo, había cambiado su botella de ancho pico por una botella de pico más refinado, pero con un cuello que se abre tanto como 4 o 5 botellas juntas y desciende sin afinar.
La mujer llamada Juana de los Milagros González, solía pasar con el botellón y la gente decía ahí va “Juana con el botellón”, o preguntaba “de quien ese botellón, a lo cual se les respondía, es de la dama Juana” Poco a poco, se fue adoptando el envase pero al comprarlo no sabían cómo llamarlo: “Me da una botella de Dama Juana –solía decir la gente – Esto con el tiempo se transformó en, “me da una Dama Juana”, con lo que el vidriero del pueblo, la bautizó como damajuana.
Otra fuente señala que su nombre viene del francés «Dame Jeanne”, una señorita llamada Jeanne, que era la flor más bonita de una región vitivinícola de Burdeos y tenía tantos pretendientes que siempre en el entorno de ella se desarrollaba una competencia para alargarla.
Su más ferviente y devoto admirador, Jean Claude Pierrin, guardó en secreto unas novedosas botellas, más grandes y mejor adornadas, con unas artísticas canastas de mimbre y se las obsequió en plena vendimia y delante de todo el mundo.
La producción tenía el nombre del Chateau Pierrin del joven galán, pero el calor popular pudo más y todo el mundo comenzó a referirse a este como “El vino de Damme Jeanne” y por extensión cada vez que se utilizaba este tipo de botella se decía “Es un Damme Jeanne” que en castellano es una Damajuana.
Canales de comercialización
drián Castro es distribuidor de Crotta en Mendoza y su trabajo con la damajuana en vinotecas, es constante.
“Es un envase que siempre se mantuvo a flote, yo creo que se vende un poco menos por la moda de la botella, pero la venta es pareja. El que compra damajuana es el que toma vino en su casa todos los días. Durante la semana compra la damajuana y deja el vino en botella para los fines de semana o para una ocasión especial”, asegura.
Castro comenta que varias bodegas boutique se han sumado a la moda del vino en damajuana.
“Hay muchas vendiendo este producto, La Iride, es un emprendimiento nuevo, y están las de siempre Mastroeni, Giaquinta, Crotta, Cooperativa San Carlos, Cooperativa Primera Zona. El trabajo se enfoca mucho en el varietal. Hoy un buen vino, un Malbec en damajuan se consigue a 30 pesos”.
Castro subraya que el varietal en damajuana se impuso al menos hace cinco años, “Ahora mucho es Cabernet, Syrah, Malbec, la gente se volcó a tomar varietales en damajuanas. De hecho el 90% de las vinotecas barriales del Gran Mendoza, a no ser las de vino muy fino, el 90% se mantiene en base a vino de damajuana”.
Un canal de comercialización en pleno auge para la damajuana es la gastronomía. Hoteles y restaurantes de primera categoría usan los varietales tintos y blancos para sus platos y los vinos especiales (marsala, mistela, entre otros) para los postres.