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Degustando la evolución

Desde el comienzo del nuevo milenio la industria vínica local viene anunciando a viva voz una marcada evolución respecto de los vinos pasados. Sin embargo, recién a partir de la cosecha 2006 se ha notado un claro paso adelante. Comienzan a aparecer las tipicidades, las personalidades de los terruños y las concentraciones se muestran cada vez más elegantes.

Desde siempre cada enólogo que elabora un vino siente orgullo, tanto que muchos hasta los agregan en sus libretas matrimoniales como si fueran hijos. No obstante, son ellos mismos los que aseguran que el próximo será mejor. Esto, que suena a una expresión de deseo, ha tomado vuelo propio en los últimos cinco años: realmente cada vino que sale al mercado se siente mejor que el anterior, más allá de los caprichos de cada cosecha.

Para muchos, hablar de evolución es relativo, pero no es así porque la calidad hay que animarse a mensurarla. De esta manera, todos los que amamos y disfrutamos de los vinos argentinos podemos intercambiar opiniones y tener largas charlas.
Ahora bien, el gusto personal es relativo, pero la calidad está muy marcada sin importar su estilo y tiene que ver con lo que el enólogo y el bodeguero se proponen para cada etiqueta. Y obviamente, no es la misma para una etiqueta de $7 que para una de más de $50. Sin embargo, esta evolución se puede apreciar en todos los rangos de precio: desde los vinos en cajita, en los que los varietales hoy empiezan a pisar fuerte con propuestas nobles, afrutadas y bastante equilibradas; pasando por los más jóvenes apoyados más en las frutas que en las tipicidades o en los terruños; para luego llegar a las expresiones más complejas y en los que la madera cumple un papel fundamental. Hablar de evolución hoy no significa descalificar a los vinos de antes.

Por suerte, degustar esta evolución es bastante fácil, sólo hay que proponerse escuchar a los vinos. No obstante, hay tips que ayudan a una mejor interpretación.
Algunos ejemplos son el carácter frutal que está mucho más definido, o el cuerpo que dejó de ser vinoso y denso para ser más equilibrado y delicado; al igual que las texturas que se sienten parejas y amables en boca por más jóvenes que lleguen los vinos a las góndolas. Asimismo, hay un mejor manejo de la madera, el Malbec empieza a sentirse bien Malbec, el Torrontés ya es un blanco muy identificable y algunas zonas vitivinícolas comienzan a expresarse.

Son muchos cambios favorables en muy poco tiempo, signo de que vamos muy bien. A nosotros, los consumidores, sólo nos queda la misión de llenar nuestras copas y disfrutar con amigos porque somos y seremos los testigos privilegiados, ya que los vinos se hacen para que nosotros los disfrutemos.

Fuente: El Conocedor (Arg)

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