En Formentera, cada copa es una invitación a descubrir el Mediterráneo en su estado más puro. ¡Salud !
Cuando pensamos en Formentera, nuestra mente viaja de inmediato a sus playas idílicas de aguas turquesas, senderos verdes que invitan al descubrimiento y cielos surcados por aves en plena libertad. Pero esta pequeña joya balear guarda un secreto que pocos conocen: su pasión por el vino. Sí, en sus escasos 84 km², la menor de las Pitiusas ha convertido la tierra en un aliado para producir vinos únicos que conquistan paladares y complementan su gastronomía de proximidad, basada en la filosofía del slow food.
Desde tiempos ancestrales, Formentera ha mantenido una rica tradición vitivinícola que sigue viva en la actualidad. Con cerca de 80 hectáreas de viñedos, la isla destaca en el panorama enológico por una particularidad excepcional: la mayoría de sus vides crecen sobre pie franco, es decir, no están injertadas sobre pie americano, como ocurre en la mayor parte de Europa. Este hecho distintivo se debe a que la plaga de filoxera, que devastó los viñedos europeos durante la segunda mitad del siglo XIX, nunca llegó a Formentera, protegida por su aislamiento geográfico. Como resultado, sus viñedos conservan una autenticidad y una conexión directa con sus raíces históricas que es difícil de encontrar en otras regiones.
Además, esta tradición se refleja en la elaboración casera del emblemático «vi pagès», un vino producido de manera artesanal en muchas casas de la isla, principalmente para el autoconsumo. Esta práctica no solo forma parte del patrimonio cultural de Formentera, sino que también refuerza el vínculo entre sus habitantes y el cultivo de la vid, un legado que ha perdurado generación tras generación.
Dos bodegas –Cap de Barbaria, al sudoeste, y Terramoll, en el altiplano de La Mola– son los pilares de esta experiencia enológica que combina sostenibilidad, tradición y un profundo respeto por el entorno.
Cap de Barbaria: el alma vinícola del sudoeste
A tan solo seis kilómetros de Sant Francesc, en dirección al faro que regala las puestas de sol más espectaculares de la isla, se encuentra Cap de Barbaria. Fundada en el año 2000, esta bodega trabaja con cuatro variedades de uva que capturan la esencia mediterránea: Cabernet Sauvignon, con aromas de frutas del bosque suavizados por el clima cálido; Merlot, que aporta notas de ciruela y una estructura sencilla pero deliciosa; Monastrell, vibrante y afrutada, ideal para carnes.; y Fogoneu, una variedad típica de Baleares, que añade un toque único y evocador al vino.
La bodega produce dos vinos que reflejan la riqueza de estas variedades. Cap de Barbaria envejece en barricas de roble francés y americano, logrando un equilibrio perfecto de sabores intensos. Por su parte, Ophiusa ofrece una versión más ligera y fresca, con una crianza más corta. La vendimia se realiza a mano, asegurando que cada racimo seleccionado sea digno de sus exclusivos caldos. Además, puedes visitar esta bodega, previa reserva, para descubrir de primera mano los secretos de su elaboración y degustar sus vinos.
Terramoll: la conexión entre tierra y viento
En el extremo opuesto de la isla, sobre el altiplano de La Mola, se alza Terramoll, una bodega que lleva la sostenibilidad por bandera. Fundada también en el año 2000, cuenta con 12 hectáreas propias y dos más de viñas viejas alquiladas, donde crecen variedades como Syrah, Viognier, Malvasía, Garnacha blanca, Moscatel de grano menudo y más.
El compromiso con la agricultura ecológica es su sello distintivo: nada de herbicidas, abonos minerales ni productos químicos. Aquí, el vino nace del equilibrio con la naturaleza, con cada variedad vinificada de forma artesanal y en pequeños volúmenes. Los resultados son excepcionales:
- Tintos como Es Monestir (Monastrell) y Es Virot (Merlot y Cabernet Sauvignon).
- Blancos como Savina, Lliri Blanc y el singular Es Vermut.
- Rosado como Rosa de Mar, fresco y perfecto para las veladas estivales.
La experiencia enoturística de Terramoll es un viaje sensorial. De mayo a septiembre, sus degustaciones al atardecer incluyen un paseo por los viñedos, visita a la bodega, cata de tres vinos y un aperitivo con productos locales. Todo, por un precio muy accesible.
Formentera no solo enamora por su naturaleza, sino por su capacidad para sorprender. Sus bodegas y viñedos se han convertido en un atractivo esencial para quienes buscan ir más allá del turismo convencional, explorando los sabores de una tierra donde el tiempo parece detenerse.