El largo camino del Malbec hoy desemboca en países que hasta hace poco no lo conocían.
Una cata comparativa realizada en Chile y las novedades de la última Vinexpo lo confirman: no somos los únicos elaborando bien esta variedad.
El largo camino del Malbec, que atraviesa los años y las regiones como un rosario silencioso, va desde Cahors en el sudoeste de Francia, cruza Crimea en el Mar Negro y da la vuelta al Atlántico hasta adaptarse en nuestras tierras. En ese camino bicentenario, recién conoció la fama en los últimos años. Fama que se ganó cuando nuestro país empezó a exportarlo seriamente y le construyó un nombre.
Puertas afuera, el Malbec era poco conocido y, en el mejor de los casos, su referencia más directa era la variedad Côt, de la que descendía su linaje. De manera que el trabajo de los productores locales fue descubrir un estilo, definir la forma de su paladar y conseguir comunicar que el Malbec era una uva que en Argentina daba características únicas.
Las 20 cosechas que arrancan desde 1990, cuando nuestro país comenzó a apostar por la exportación, le dieron vuelo internacional a la variedad. Y el trabajo además de rendirles buenos resultados a los productores locales –es la variedad que más vende afuera, responsable del 41% de las divisas que ingresan por vinos- le abrió los ojos a otros viticultores del mundo que ahora buscan subirse al tren del éxito.
Cartelera Malbec
La feria más importante del mundo en materia vitivinícola, Vinexpo, que se realiza cada dos años en Bordeaux, Francia, en la edición 2009 tuvo una novedad que sorprendió a los bodegueros nacionales. En las proximidades del stand de Argentina estaba el de la región de Cahors con un gran cartel que les atribuía el origen del Malbec. Cosa que es cierta, pero que en los últimos siete siglos no había tallado hasta hoy, más allá de su emblemático vino negro, así llamado por el color violeta que es el sello de la variedad.
El dato tiene una doble lectura. Por un lado la vuelta a las fuentes de una variedad de uva que ganó prestigio en el destierro, una suerte del regreso del inmigrante que por fin es profeta en su tierra. Por otro, el posicionamiento real de una variedad en el mercado internacional. Y eso, con las consecuencias positivas y negativas que trae aparejadas.
Positivas, por ejemplo: así como al consumidor argentino no hay que explicarle que el Malbec es violeta, huele a frutas rojas y es blando y carnoso al paladar, cada vez hay que explicarla menos en los mercados de destino y eso suma. Negativas, en cambio, porque con su ascenso queda abierta la partida para que nuevos jugadores de peso interpreten el Malbec a su manera. Algo que de hecho ya sucede.
Chile, Francia y el resto del mundo
Lo que queda como dato, tanto de la cata de Wain y como de la Vinexpo, es que hoy ya no estamos solos en el camino del Malbec. Y si queremos seguir haciendo de él una marca nacional hay que apuntalarlo en especialidad de algunos terruños y en la calidad y originalidad de los vinos. Algo que parece suceder cada vez menos.
Joaquín Hidalgo.
Fuente: cavaargentina.com
Link a la nota: http://cavaargentina.com/es/informes/el-malbec-ya-no-es-tan-argentino.html
En Junio pasado la revista chilena Wain (“Tómalo como suena” es su ingenioso eslogan) hizo una cata comparativa de Malbecs argentinos y chilenos, de entre 8 y 40 dólares en la góndola. Lo sorprendente de la cata –participé como jurado local- fue hallar del otro lado de la cordillera al menos 15 ejemplares importantes. Más allá de su poco volumen y el nivel de precios, algunos exponentes trasandinos resultan formidables y están a la altura (y en algunos casos incluso por encima) de las etiquetas argentinas. Deslumbrantes, fueron San Pedro Single Vinyard 2006, Odfell Orzada 2006 y Caliterra Tributo 2006.
Y así como Chile ya tiene afilada una vanguardia de buenos Malbecs, estilísticamente parecidos a los nuestros aunque un poco más tánicos, hay en el mundo otros países haciendo lo propio, como Francia, y en menor medida Nueva Zelanda y Australia.