Fuente: Diario Uno
El INV y la industria están atentos a la utilización de este aditivo que permite aromas a madera en los vinos finos.
En Mendoza, la práctica enológica que hoy genera más debate es la utilización de polvo de roble para lograr aromas a madera en los vinos finos
Las prácticas enológicas son aquellos procesos de elaboración de vinos que tienen fines sanitarios o de protección legal hacia los consumidores y aquellas intrínsecamente ligadas a la elaboración misma de los vinos.
En este sentido, las diversas formas de utilización de la madera (barricas, duelas o chips) en el proceso de elaboración viene siendo un tema recurrente en la industria.
Es importante el papel que juega el INV, “ya que este último tiempo el Instituto se ha mostrado muy abierto a la incorporación de nuevas prácticas, porque es necesario adaptarse para no perder competitividad, sobre todo porque la mirada de la industria está puesta en el mercado internacional”, afirmó Claudia Quini, subgerente de Investigación para la Fiscalización del INV.
La utilización de polvo de roble genera más dudas que certezas. Quini resaltó que “en los trozos de roble tiene que haber un límite, ya que mientras más pequeño es el fragmento más posibilidades hay de que se agreguen componentes no permitidos, como colorantes o aromatizantes. Sumado además a que genera problemas microbiológicos por la suciedad que implican”.
Las diferentes maneras de utilizar la madera en las prácticas enológicas han surgido bajo el manto de una técnica denominada microoxigenación, que permite reproducir de manera eficiente las mismas características que tienen los vinos durante la estiba en barricas pero dentro de tanques de acero inoxidable con el aporte de pequeñas cantidades de oxígeno.
“Frente a estos usos el INV está atento desde la investigación para dar respuestas concretas. Se realizan estudios técnicos con bodegas colaboradoras para encontrar resultados analíticos y sensoriales, y confeccionar una propuesta enológica adecuada para presentar a los organismos internacionales, que rigen la normativa mundial, en particular la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino)”, establece Quini.
Calidad al consumidor local
Si bien algunos especialistas enmarcados dentro de tendencias orgánicas y naturales enfrentan ciertas prácticas porque dicen ser estandarizadoras de un producto que lleva intrínseca la originalidad, la utilización de ciertos procesos ha ayudado a que en la actualidad la Argentina pueda gozar de prestigio.
Cuando hace un tiempo se empezaron a aplicar estas prácticas los fines eran netamente correctivos y hoy el objetivo de éstas parece ser aumentar los valores cualitativos del producto que se declarará bebida nacional el próximo 24.
“Toda esta transformación que se logró para captar mercados internacionales ahora también se debe enfocar en el mercado local, esa importancia en la calidad hay que empezar a transmitirla para los consumidores internos. Todavía ese público descuidado es la base de la pirámide de desarrollo de la industria, por esto es de relevancia que esas prácticas sean a favor de la calidad, para satisfacer también las necesidades de los consumidores argentinos”, concluye Quini.