- Factores que forman parte del suelo como la textura, estructura y composición mineral son, más allá de la variedad de uva, claves en la elaboración de los vinos.
- Destacar las características del terreno, habitual en EE.UU. es una tendencia cada vez más asentada en nuestro continente.
Madrid, 27 de junio de 2018.– La uva, siempre ha sido la protagonista a la hora de pensar en el vino, pero actualmente existe una tendencia que destaca la clasificación de los vinos por el tipo de terreno en el que se ha desarrollado.
Esta corriente se encuentra principalmente presente en Estados Unidos, pero cada vez cuenta con más incidencia en Europa. Por ello, Familia Martínez Bujanda ha analizado las prioridades y condicionantes en el cultivo de la vid y por qué el suelo, parece haber cobrado más relevancia para los consumidores.
“Hay que tener en cuenta que hay tres elementos que intervienen en el vino más allá de la acción humana: el clima, la variedad de la uva y el suelo”, explica Lauren Rosillo, director técnico de Familia Martínez Bujanda. Dentro de una jerarquización porcentual muy aproximada, Lauren afirma que la variedad de la uva ocupa el 40% de la importancia sobre la viticultura, mientras que el tipo de suelo supone el 30% del protagonismo. El clima afecta en un 20% y finalmente, la acción humana se debería limitar a un 10%.
Así, el factor principal en un vino, sigue siendo el tipo de uva. Para Rosillo, un mismo tipo de suelo con distintas variedades de uva dará vinos más dispares entre sí. Mientras que diferentes variedades de suelo en los que se plante el mismo tipo de uva producirá vinos más similares.
El suelo es el segundo elemento fundamental para determinar el carácter del vino, vamos a ver los distintos elementos que pueden influir:
Por textura, los suelos más indicados para el cultivo de la vid son los aluviales y pedregosos, porque favorecen la permeabilidad y el drenaje de la planta. Como ocurre en la bodega riojana de Finca Valpiedra donde las vides se hincan entre los cantos rodados de piedra caliza en un meandro del río Ebro. Además, el color claro de los cantos refleja la luz del sol por lo que regula la temperatura de la planta.
Esas características se comparten parcialmente en Finca Montepedroso. La bodega de Rueda, con un suelo aluvial, cuenta con una granulometría de sus piedras menor que Finca Valpiedra, tratándose, en este último caso, de cantillo rodado. La otra diferencia es el nivel freático que en la finca riojana es más alto dado que el río Ebro está muy cerca y por ello la humedad del subsuelo es más alta. Sin embargo, en Finca Montepedroso el agua en superficie procede de un pequeño sondeo.
“Aunque científicamente no existen pruebas determinantes de que un tipo de roca u otro afecte al carácter del vino, en Familia Martínez Bujanda creemos que el vino es un conjunto de sensaciones en las que todo influye, por supuesto el suelo en gran medida”,afirma Rosillo. Y remarca, “a pesar de que el aroma mineral de ciertos vinos no se ha podido evidenciar científicamente que deba su procedencia al tipo de suelo, el terreno inevitablemente influye en su sabor y en su aroma. No podemos medirlo, pero está ahí y esta es parte de la magia del vino, alejada del control y conocimiento humano”.
A la hora de evaluar la estructura del suelo, ésta puede ser arcillosa (prevalecen las arcillas), arenosa (arenas) o limosa (lodos). Cuando la proporción entre estos tres elementos es similar, se dice que el suelo es franco, como sucede en Finca Antigua donde, en sus más de 420 hectáreas divididas en 40 parcelas, se elaboran vinos excelentes de distinto carácter y ligados a cada parcela con sus condiciones de clima y suelo particulares.
De acuerdo con Familia Martínez Bujanda, resulta acertado catalogar también al vino por el tipo de terreno, como una nueva forma de valoración. “Nosotros, por ejemplo, ya indicamos en la contraetiqueta del vino Cantos de Valpiedra el tipo de roca donde crece la vid y cómo se beneficia del suelo en el que se desarrolla”, apunta Rosillo.
Otro factor fundamental que determina el tipo de vino es la composición mineral del suelo. Así, una tierra con gran cantidad de hierro aumentará los tonos azules del vino, mientras que un terreno calizo como los de Finca Antigua o Finca Valpiedra aportará más elegancia, ya que el calcio influye en el grosor de la piel de la uva y por ello fomentan la acumulación de aromas y pigmentos. En Finca Antigua, además, influye favorablemente un suelo pobre en materia orgánica y una elevada altitud, que ayudan a la obtención de vinos de gran carácter y finura.
La uva siempre había sido la protagonista del ciclo de cultivo y de la vida del vino. Al ser el entorno donde se cultiva la vid, el suelo alcanza ahora un reconocimiento y protagonismo como uno de los aspectos que más influyen en la elaboración del vino. Estos parecen ser los nuevos caminos de conocimiento para los amantes del vino.