En el siglo XVIII, el té se convirtió en una bebida real adoptada por la nobleza como un elegante pasatiempo. El poeta Lu Yu, en la dinastía Tang, escribió el primer libro del té. El té siempre ha estado unido a la historia y a medida que se ha extendido ha puesto en contacto a diferentes pueblos, con diferentes religiones y filosofías. La historia india menciona cómo Marco Polo, el gran viajero, llevó té de China a la corte del famoso emperador indio Harsha Vardhana.
En Japón, el té fue principalmente introducido por el monje budista del siglo IX Saicho. Para los japoneses, el té es algo más que una bebida. La ceremonia del té, cuyo objetivo es ayudar al espíritu a encontrar la paz, ha atravesado siglos y fronteras.
No fue hasta principios del siglo XVII cuando el té comenzó realmente una expansión de su consumo a gran escala en el mundo occidental. La Compañía de las Indias Orientales estableció relaciones con el Lejano Oriente, introduciendo el té en Holanda primero en 1610, después en Francia en 1636 y por último en Inglaterra en 1650.
El té ha sido la causa de más de una guerra, pero la más importante fue probablemente la guerra de la independencia americana. Fue causada por el «Boston Tea Party» del 16 de diciembre de 1773.
A principios del siglo XIX, China era virtualmente el único proveedor de té del mundo. En 1834, se introdujeron plantaciones de té en India y un poco después, en 1857, en Ceilán y a continuación en Asia, África y Sudamérica. A medida que se extendía su cultivo, la competencia entre los propietarios de los barcos por tener el más rápido transporte de té llevó a la organización de carreras en las lejanas travesías orientales.