Sin embargo, la paradoja reside en la escasa proporción de los habitantes del país más rico del mundo que consume vino habitualmente, en la persistencia de fuertes componentes puritanos contra todo tipo de alcohol, incluso en una actitud en torno al producto de la viña que lo considera ‘exótico’ y ‘europeo’, algo más marginal que central en la vida norteamericana.
Con todo, en Estados Unidos se hacen grandes vinos, existen núcleos numerosos de aficionados y consumidores muy informados, y desde luego allí empezó a fraguarse la fructífera relación entre el mundo de Internet y la cultura de los buenos caldos.
Las plantaciones de vinos finos son de determinadas zonas de California donde existe cierto microclima. Tal es el caso de las que se encuentran cerca de San Francisco, Napa Valley, Sonoma, Livermore y Santa Clara. A pesar de que pretenden compararse con los vinos europeos, no alcanzan la elevada calidad debido principalmente a que la evolución de los viñedos la da el tiempo, y debido a las vedas de consumo de alcohol que sufrió Estados Unidos, muchas veces esta industria ha practicamente desaparecido para reaparecer posteriormente. Su producción ha sido continua a partir de la finalización de la segunda guerra mundial.
Proyectos interesantes han surgido en Ohio y al norte de New York, donde se han efectuado cultivos para vinos con variedades de uva distinta a la Vitis Vinifera.