La vid europea fue introducida en América por los españoles en la primera mitad del siglo XVI. Se le atribuye a los conquistadores Francisco Cervantes y Hernando de Montenegro haber hecho traer por el año 1545, las primeras plantas de vid desde Canarias para cultivarlas en Cuzco y Lima, respectivamente. Lima era entonces cabeza del Virreinato del Perú.
De esas vides originarias de Canarias se elaboró el primer vino americano en 1549, según lo documenta el poeta peruano Garcilaso de la Vega (El Inca) en sus «Comentarios Reales» (1606), uno de los mejores libros de la historia del Nuevo Mundo.
Desde Perú, la vid se empezó a difundir hacia el sur del nuevo continente, llegando primero al actual territorio chileno y posteriormente a tierras argentinas. En 1557, se cultivaron las primeras vides en el Cuyo y un tiempo después en Buenos Aires. Se estima que en Buenos Aires se realizó la primera elaboración de vino en el 1605, de viñedos de cuatro o cinco años de establecidos.
Por la proximidad de Buenos Aires con nuestro territorio, bien podría pensarse que el viñedo uruguayo proviene de aquellas viñas. Sin embargo, las primeras vides llegaron a la Banda Oriental de la mano de los colonizadores españoles. Ellos plantaron la vid, junto con el olivo y el nogal, cuando a mediados del siglo XVII empezaron a establecer poblaciones en el suroeste del territorio, que serían el comienzo de una instalación por demás demorada.
En efecto, el Río de la Plata entró tardíamente en la atención pobladora del colonizador español y aún más tardíamente lo hizo la Banda Oriental. Tierras desprovistas de algún provecho – metales preciosos – y extendidas hacia el lejano sur de un mundo que tenía por centro a España, Inglaterra, Francia y Portugal, fueron consideradas con preocupación frente a los intereses expansionistas de las potencias rivales. El conflicto imperial – en el que pesó el riesgo de pérdidas territoriales y la extensión del contrabando – determinó a las autoridades coloniales la fundación de Montevideo y otros pueblos de la Banda. La rusticidad de las costumbres, el estrecho horizonte social, la pequeñez del mundo habitado por los primeros pobladores provenientes de las Canarias a los que se sumaron otros peninsulares con ambiciones de progreso, dieron una fuerte tonalidad provinciana a esta sociedad colonial.
Esta época colonial significó entonces para la historia de la vid del Uruguay una primera etapa dedicada solamente a la uva de mesa y elaboración de vino para consumo familiar.