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La ruta medieval del Champán.

A solo una hora y media al este de París, la región francesa de Champaña-Ardenas ofrece al visitante una tierra de contrastes donde se mezclan los ricos cultivos de cereales y uvas, las leyendas y los secretos de sus ciudades históricas, algunas de ellas vinculadas a la Orden del Temple en sus inicios en el viejo continente, con un legado artístico de primera categoría.
Más de quince mil metros cuadrados de fantásticas vidrieras de color, realizadas fundamentalmente entre los siglos XV y XVII, se pueden disfrutar en los templos de casi todas las ciudades y, además, en el terrreno gastronómico ésta es la tierra del champán -aquí se enclavan las principales marcas de esta bebida exportada a todo el mundo- que con otros platos típicos, como los caracoles, los patés o el queso, pueden cautivar al cliente más exigente.
TROYES
Troyes es el punto de partida de la “ruta medieval del champán“. La Orden de los Templarios fue fundada en esta coqueta ciudad por Hugues de Payns en 1118 y hasta el siglo XIII los monjes-caballeros poseyeron aquí numerosas casas que ocupaban fundamentalmente en las Ferias de Champaña. Hoy, solo el recuerdo queda de estos templarios en una ciudad, de 130.000 habitantes, que sí tiene en cambio una atractiva arquitectura medieval en su casco histórico.
Vale la pena dar un tranquilo paseo por esta vieja villa, considerada la capital del punto textil, que tiene una curiosa forma de tapón de champán para ver sus construcciones de madera del siglo XVI (Casa del Panadero, Torre del Orfebre…) o acercarse a alguna de sus diez iglesias para admirar el trabajo de los maestros vidrieros. Estos artistas crearon auténticas maravillas e hicieron de Troyes la llamada “ciudad santa de la vidriera”.
La Catedral de San Pedro y San Pablo, la Basílica de San Urban y la Iglesia de Sainte-Madeleine son tres ejemplos para disfrutar del arte de la vidriera, uan de las herencias más admirables de la Edad Media en Champaña-Ardenas.
En los dos primeros templos citados el visitante debe detenerse también en su variedad de gargolas. Los temas animales son los más repetidos, pero los lugareños bromean a la hora de elegir una y se quedan con la figura de una mujer, la primera, para ellos, que aparentemente utiliza un teléfono móvil. Se puede ver en la Basílica de San Urban, una joya del arte gótico muy parecida a la Santa Capilla de París, sobre todo en sus vidrieras verticales. En cuanto a la Catedral de San Pedro y San Pablo, inacabada, pues sólo se pudo levantar una de las dos torres proyectadas por problemas económicos, sobresale un tesoro, el Relicario de San Bernardo de Clairvaux, y su colección de vidrieras (s.XII-S.XIX) que ocupa 1.500 metros cuadrados del interior del templo.
La Iglesia de Sainte-Madeleine, el tercer templo más destacado, sobresale no solo por sus vidrieras (no perderse la dedicada al Genesis, del siglo XVI). Su galería de piedra esculpida por Jean Guailde es un maravilloso encaje cincelado. Se dice,incluso, que el artista fue enterrado debajo de esta obra.
ESSOYES
Continundo la ruta hacia el sur, sin abandonar el departamento de Aube, la villa de Essoyes merece una parada. En este pueblecito, rodeado de verdes campos, instaló Pierre Auguste Renoir (1841-1919) su taller en los últimos años de su vida y aquí vivió con su esposa y también modelo favorita, Aline Victorine Chargot (nacida en Essoyes en 1859), hasta 1915, año de su muerte.
La residencia de los Renoir, comprada en 1895, fue el lugar donde el matrimonio residió con sus tres hijos: Pierre (1885), Jean (1894) -el cineasta- y Claude (1901). Hoy sigue en pie, a unos metros del taller, y en ella se ha instalado Sophie, la bisnieta del pintor, pero la casa no está abierta al público.
El pueblo cuenta actualmente con 600 vecinos, la tercera parte de la población que tenía hacia 1850, pero son muchos los que se acercan al pequeño museo instalado en el taller de Renoir (se pueden ver objetos personales del pintor como su cama o el triciclo que utilizaba para desplazarse cuando estaba prácticamente inválido de piernas) y aprovechan después para visitar alguna de las muchas bodegas de champán que se distribuyen por la comarca. En casi todas ellas hay visitas guiadas donde se explica con detalle el proceso de fabricación de la famosa bebida espumosa (Se venden alrededor de 300 millones de botellas al año). En el exterior las cepas cubren las laderas en un paisaje cautivador con unas 25.000 hectáreas de viñedos que producen la uva más selecta, la requerida para no saltarse la estricta reglamentación de la denominación de origen de Champaña.
LANGRES 
Langres, una vieja ciudad-sede obispal con más de tres kilómetros y medio de fortificaciones, puede ser el destino final de esta rutaDenis Diderot, el autor de la primera enciclopedia, nació en esta en tiempos poderosa ciudad, aunque su enfrentamiento con la iglesia le obligó a abandonarla. Hoy, su estatua ocupa el corazón de Langres en una plaza pública, pero curiosamente dando la espalda a laCatedral de San Mames, el principal edificio religioso de esta villa situada estratégicamente en un cruce de caminos entre Borgoña, Lorena y la propia Champaña-Ardenas a la que actualmente pertenece. Los ejemplares originales de la enciclopedia se pueden ver en el museo que lleva el nombre de la villa, situado junto a la catedral.
Precisamente por su privilegiada situación, fronteriza durante varios siglos (XV-XVII), Langres fue una fortaleza inexpugnable con sus doce torres, sus siete puertas y sus ya citadas murallas. Ya lo los romanos habían elegido este promontorio para instalarse hace 2.000 años y hoy la vieja ciudad, casi intacta, puede saborearse en un tranquilo paseo a pie. Además, desde sus murallas orientadas al norte se puede disfrutar de una magnífica vista panorámica con el Lac de la Liez como protagonista, uno de los cuatro lagos que rodean a esta ciudad “olvidada” en el último siglo, que tiene en la actualidad una población de ocho mil habitantes.
Lo primero que divisa el viajero cuando se acerca a Langres es la catedral de San Mamés, de estilo románico aunque con toques del primer gótico, que fue construida entre 1150 y 1196. Desde lo alto de su torre sur, de 45 metros, tras subir 227 escalones hay un excelente panorama de todo el “Pays de Langres”. Vale la pena la ascensión.
Otro de los espectáculos más curiosos que organiza la ciudad se desarrolla en la Torre de Navarra, del siglo XVI. En este baluarte defensivo espectacular, de 20 metros de altura y 30 de diametro, se puede asistir a la demostración en vivo de un arcabucero del siglo XVI, ataviado con su histórico atuendo rojo y sus armas blancas y de fuego. Por el elevado número de víctimas que ocasionaban y por su apariencia, estos soldados eran vistos como “demonios” en una ciudad religiosa regida por un obispo que paradójicamente necesitaba contratar los servicios de mercenarios para protegerse del enemigo.
Este arma portátil, introducida por los españoles en el siglo XVI, era tan pesada que necesitaba de un soporte para ser disparada y los arcabuceros contaban con el apoyo de los alabarderos que les protegían antes de recargar sus armas. La explicación del soldado y el escenario real crean un ambiente mágico que cautiva al espectador.
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