En los últimos tiempos, estudios de diversas característica informan sobre el comportamiento del alcohol, y específicamente del vino, en la prevención o tratamiento de diversas dolencias. El vino y las alergias es uno de los temas en debate y a propósito del cual poco se sabe, excepto por un estudio realizado en el 2005 en Suecia y otro en el 2008, llevado a cabo por la Sociedad Británica de Alergia e Inmunología Clínica. Sin embargo, estos temas serán ahora de interés prioritario, en vista de las nuevas etiquetas que la UE obligará a usar en cada botella a partir del próximo año.
Los antecedentes de estudios sobre la influencia del alcohol en la alergia, son escasos hasta el momento. En Suecia, en el año 2005, después de un estudio realizado por científicos hallaron – después de analizar a miles de personas – que, comparados con la población general, aquellos con diagnóstico de asma, bronquitis y fiebre del heno eran mucho más propensos a experimentar estornudos, secreción nasal y «síntomas de la vía aérea inferior «después de haber bebido. El vino tinto y vino blanco – se dice – fueron los desencadenantes más frecuentes, y las mujeres, por razones desconocidas, sufrieron casi el doble de probabilidades de ser afectadas que los hombres.
Otro estudio de miles de mujeres publicado en la revista Clínica y Alergia Experimental en 2008, llevado a cabo por la Sociedad Británica de Alergia e Inmunología Clínica, encontró que el beber más de dos vasos de vino al día, casi se duplica el riesgo de síntomas de alergia, incluso entre las mujeres que estaban libres de este mal estacional o perenne, al inicio del estudio (The New Yor Times).
El laberinto de los alergénicos
Si bien es cierto – advierte el mismo periódico de USA – que estos estudios encontraron que algunas bebidas pueden causar o empeorar los síntomas comunes del asma y la fiebre del heno, como estornudos, picazón, dolores de cabeza y tos, también es cierto que en ninguno se sostiene que las causas provienen de una en particular, y se duda que estudios futuros sobre las alergias, que de por sí tienen un espectro infnito de posibles orígenes, puedan señalarlo con certeza meridiana. Lo cierto es que vino, cerveza y licores contienen histamina, producida por levaduras y bacterias durante el proceso de fermentación. La histamina, por supuesto, es el químico que desencadena los síntomas de alergia. El vino y la cerveza también contienen sulfitos, otro grupo de compuestos que provocan el asma y otros síntomas de tipo alérgico.
Por otra parte, los clarificantes del vino como el huevo o la vejiga del esturion, por ejemplo, pueden ser catalogados como ingredientes alergénicos.
La UE quiere que esto se diga en una etiqueta
Pues bien, según una resolución de la UE (que estaba prevista para ejecutarse el 1 de mayo y la OIV logró posponer hasta el 1 de enero del 2011) toda botella de vino deberá señalar qué componente alergénico contiene ese producto (y en todos los idiomas de los países que integran la región).
La noticia impactó en el mundillo del vino y no faltaron – como siempre – quienes vieron en la misma un intento corporativo de establecer normas para-arancelarias que eliminara de la competencia a ciertos países (no se comprende cómo se beneficiarían otros, si en realidad la norma es para todos).
La verdad es sencilla: estos avisos rigen para productos de consumo en la franja de los alimentos y su uso se extiende en mercados sensibilizados por una búsqueda de mayor calidad de vida. Pero también es verdad que la inclinación a padecer problemas de salud a causa de alergénicos no se circunscribe únicamente a agentes químicos o sustancias diversas: los agentes físicos como el frio, el calor o la luz del sol pueden ser alergénicos.
No nos imaginamos una etiqueta de vino previniendo las horas de sol absorbidas por un racimo de uva.
Pero, al margen de ironías, la medida entrará en vigor. Tal vez su alcance pueda ser morigerado solo por estudios serios, profundos y responsables. Es la hora de los científicos, pero es un trabajo que toma tiempo.
Fuente: Diario del Vino