La costumbre española, adoptada en numerosos países de Latinoamérica, de tomar las uvas al ritmo de las 12 campanadas de la Nochevieja, para contribuir a la prosperidad y felicidad del Año Nuevo, va a cumplir un siglo.
Para ver hechos realidad los deseos, el ritual manda que se despida el año tomando las «doce uvas de la suerte», una por cada mes, al compás de cada una de las doce campanadas de reloj que marcan la medianoche del 31 de diciembre.
La creencia popular sitúa el origen de esta tradición en 1909, cuando la extraordinaria cosecha de uvas de esa temporada llevó a los viticultores españoles a repartir el excedente y alentar el consumo para atraer la buena suerte.
Sin embargo, como suele pasar con las tradiciones, hay argumentos discrepantes. En esos años, a principios de siglo, había hambre y por tanto hablar de excedente es arriesgado, teniendo en cuenta además que las cosechas de uva por entonces eran pequeñas.
Pero, sobre todo, «con los medios que había en la época, llegar a finales de año con uva fresca era muy difícil, e imposible que se llegase a tener abundancia o excedente»,
Desde luego en el impulso al consumo masivo de uva en esta época tuvieron mucho que ver los cosecheros que fueron capaces de promocionar hábilmente sus productos, mucho antes de que se desarrollaran las técnicas de «marketing».
en 1962 perfectamente arraigada la popular fiesta que se montaba bajo el reloj de la Puerta del Sol, llegó la bendición definitiva de la unión de hecho entre campanadas y uvas: el 31 de diciembre de 1962 Televisión Española comenzó a transmitir «las 12 campanadas».
Desde ese reloj, el paso de un año a otro dura en la actualidad 36 segundos y sesenta centésimas, tiempo para tomarse una a una las doce uvas, que en 1997 se les atragantaron a muchos españoles debido al ritmo frenético de las campanadas, que sonaron en sólo 17 segundos.
Los emigrantes van con sus costumbres de un lugar a otro y los 260.000 españoles que viven en Argentina, la mayor colonia española en el exterior, tomarán las uvas esa noche. Los granos de esa fruta se asomarán también a las nocheviejas de Latinoamérica. Allí, las uvas se tienen que hacer hueco entre ritos como tomar lentejas para conseguir abundancia, meter billetes en los zapatos para lograr fortuna, pasear con maletas para viajar en el próximo año, cascar huevos en un vaso con agua e interpretar al día siguiente su forma, quemar muñecos o usar lencería de color rojo o amarillo. Los enigmas que existen en torno al origen de «las 12 uvas» afianzan aún más la leyenda y, como se dice popularmente para augurar una larga espera, «nos van a dar las uvas» intentando aclarar quiénes y cómo hicieron de la uva un postre estrella, sin necesidad de aderezo o adorno alguno.