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Las Moradas de San Martín, la Garnacha con buena letra

La bodega que se desentienda de su territorio y de su historia está llamada al fracaso. Son muy conscientes de ello en Las Moradas de San Martín, que lleva casi veinte años apostando por dejar expresarse a la Garnacha en la Sierra de Gredos (DO Vinos de Madrid), con una elaboración minimalista pero muy cuidada, y que destaca por potenciar en sus propias etiquetas la cultura literaria a la que tanto deben los vinos de la zona
Pablo Davalillo

En la zona de San Martín de Valdeiglesias, población situada en la vertiente madrileña de la Sierra de Gredos, la práctica de la viticultura está documentada desde el siglo XIII. Si no la iniciaron, al menos la perfeccionaron los monjes del monasterio cirterciense de Santa María la Real. Durante todo este tiempo, la variedad Garnacha ha sido una constante.

Las Moradas de San Martín ha hecho precisamente de esta uva la gran protagonista de sus vinos. Sus viñas, buena parte de ellas centenarias, reafirman su carácter y personalidad con la influencia del clima y del suelo de la zona. Las 21 hectáreas de sus plantaciones en el Pago de los Castillejos se encuentran en un altiplano a unos 900 metros de altitud sobre el nivel del mar, con bruscos cambios de temperatura. Predomina el terreno pobre, de composición arenosa granítica. Esto hace que los rendimientos sean bajos y que la bodega no alcance las 80.000 botellas de producción anual a las que podría, pero se gana en calidad y expresividad.

SIN TRAICIÓN A LA VID

El equipo de Las Moradas de San Martín sabe que la vid no se debe forzar. Si se la traiciona lo devolvería en el vino. Por eso, su cuidado de la viña trata de respetar el medio todo lo posible. Los tratamientos preventivos los efectúan con productos naturales, la vendimia es manual y en la bodega abundan prácticas como abonar con compost producido a partir del raspón de la uva y estiércol de caprino de explotaciones próximas. De hecho, han iniciado ya el proceso para certificar su producción como Agricultura Ecológica.

A la hora de entrar en la bodega, esa filosofía se mantiene. Sus instalaciones destacan por la sencillez y el valor de lo tradicional. Pensando en la efectividad, cuentan con depósitos de acero inoxidable de pequeño tamaño para poder vinificar cada parcela por separado. Así garantizan la asepsia, lo que permite trabajar a las levaduras propias de la uva y no utilizar aditivos en el vino.

En todo el proceso se busca la mínima intervención, pero nunca bajando la guardia. Dejan rienda suelta a la garnacha para que se exprese y vigilan que no haya indeseables injerencias externas. Hay mucho de artesanía en cada tarea: «nuestro objetivo es la excelencia a través de la perseverancia», comentan en Las Moradas de San Martín, que prefiere hablar de crear vinos y generar sensaciones y sentimientos con su consumo en vez de la mera elaboración.

CINCO VINOS FIELES A SU TIERRA

El resultado de todos estos planteamientos es una gama de vinos muy completa, con personalidades muy definidas y el nexo común de mantener la fidelidad a su variedad y a la tradición vitivinícola de su territorio, sin maquillajes. No en vano, la Garnacha destaca por su capacidad para plasmar como ninguna otra uva la esencia de los suelos en los que se cultiva.

Cuatro de las etiquetas de Las Moradas de San Martín son de Garnacha. Se trata de Senda, Initio, Las Luces y La Sabina. Todas ellas acumulan numerosos galardones internacionales. La primera procede de una serie de parcelas selectas, con viticultura ecológica y rendimientos bajos. Initio, también de viticultura ecológica, destaca por recoger con maestría toda la complejidad varietal. Las Luces pone en valor las viñas centenarias de la Centenera, una parcela específica de algo más de tres hectáreas. Y La Sabina, sin sulfitos, se crea a partir de la parcela Montazo, con suelos muy arenosos que aportan al vino gran mineralidad y un buen toque de acidez.

Dentro de la preocupación de Las Moradas de San Martín por respetar y potenciar la viticultura autóctona se sitúa el quinto de sus emblemas: Albillo Real. El vino lleva el nombre de esta variedad blanca tradicionalmente cultivada en la zona, de la que apenas quedaban cepas. Han recuperado para la producción varias parcelas plantadas en las décadas de los treinta y cuarenta del siglo pasado. El vino se obtiene con una maceración inicial de la uva 24 horas en frío, fermentación natural durante tres semanas y una crianza de seis meses en madera.

En conjunto, la gama de esta bodega, máxima exponente de lo que se conoce como ‘Nuevo Gredos’ por su revolución de calidad en los vinos de la zona, posee una gran capacidad de maduración y es muy apropiada para envejecer en botella. Son vinos de guarda de los que de verdad ganan con el tiempo y que despiertan todos los sentidos en el descorche, momento en el que realzan todo su carácter.

CON FIRMA PROPIA

Las referencias a los vinos de la Sierra de Gredos son frecuentes en el Siglo de Oro de la literatura española. Figuran en obras de Tirso de Molina, Jorge Manrique o Miguel de Cervantes. El vínculo con la literatura sigue presente en la bodega. De hecho, toma su nombre de ‘Las Moradas’, el último libro de Santa Teresa de Jesús, un tratado de oración creado en la zona de San Martín de Valdeiglesias.

Pero el vínculo entre esa tierra, sus vinos y la literatura no queda en el pasado histórico. La bodega apuesta por recuperarlo y potenciarlo, pero también por ponerlo al día. Por eso, en sus etiquetas se pueden leer fragmentos de los relatos literarios creados para Las Moradas de San Martín por firmas contemporáneas de la talla de Ángeles Caso, Lorenzo Silva, Marta Rivera de la Cruz, Óscar Sipán o Ramón Acín.

UN ENTORNO FORMIDABLE PARA EL ENOTURISMO

Las Moradas de San Martín ofrece una propuesta enoturística perfecta, tanto por las actividades que programa como por las cualidades del entorno en el que se encuentra. Quien visite la bodega podrá conocer de cerca las distintas etapas de la elaboración del vino, desde la entrada de la uva hasta su crianza en la barrica. Según la época del año, podrá participar en tareas como la vendimia, la cata de uvas en el viñedo, la poda de invierno o la poda en verde, además de diversos talleres organizados para dar a conocer el trabajo artesano de la bodega. Por supuesto, la visita termina con una cata, en la que se pueden probar dos de los vinos de la gama.

Sin embargo, el atractivo de la visita es aún mayor teniendo en cuenta los valores paisajísticos, naturales y culturales de la zona. Las Moradas de San Martín se ubica en una zona de especial protección de aves, lo que confiere una gran riqueza ambiental tanto en fauna como en flora. Son muy aconsejables los paseos por los viñedos y su entorno, con aire limpio, una variedad de árboles propia del enclave de la sierra madrileña, profusión de plantas aromáticas y especies animales como el buitre negro, la cigüeña negra, el águila imperial o el búho real.

Conviene también reservar una jornada para conocer elementos patrimoniales como el Monasterio de Santa María, de la orden del Císter de Pelayos de la Fresa, el conjunto escultórico de los Toros de Guisando, el castillo de La Coracera y diversas iglesias diseminadas por la zona.

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