En el término de Requena (Valencia) he podido disfrutar del silencio y la naturaleza, así como de una bodega dotada con la tecnología vinícola más avanzada y un edificio de estilo modernista rural muy cuidadado y sorprendente y bonita decoración.
Me atendión amablemente Cristina, la enóloga de la bodega, que me fué mostrando y explicando cada uno de los elementos de la bodega, así como el enclave en el que está situada. Para empezar la finca está en el denominado cerro de San Blas, siendo su disposición en pendiente hacia el río Magro y divisando el valle que conforma su lecho.
La primera impresión que se tiene al visitar esta bodega es de silencio y de paz, como si acabaras de traspasar la frontera y entraras en un mundo nuevo creado para despertar todos tus sentidos. Las vistas son espectaculares, en ningún momento nada rompe la sensación de tranquilidad que se respira. Rodeado de árboles, incluso con palomas y ardillas, el decorado es perfecto para centrarte en la visita y disfrutar del recorrido como yo lo he vivido.
Tras ver la tolva y despalilladora exterior, descendemos un nivel y traspasamos una puerta perfectamente restaurada y que debió ser de un almacen de principios del siglo pasado, a una nave de porte moderno que esconde en su interior los depósitos de acero inoxidable, la prensadora neumática, bomba de remontado peristáltica, depósitos de vinificación horizontales rotativos, circuitos de refrigeración por agua, … y todo ello controlado por un panel industrial que nos da el control sobre la instalación.
La nave dispone de un segundo nivel al que por gravedad se traspasan los mostos tintos fermentados alcoholicamente para realizar la fermentación maloláctica. Existen otros depósitos donde se almacenan los mostos de prensa dedicados a otros menesteres, principalmente para destilados.
Una de las zonas de la bodega con mayor explosión de sensaciones es visitar la sala de barricas, una sala acondicionada para mantener la temperatura y humedad constante, compuesta por 400 barricas de roble francés, tamaño bordelés, de distintas tonelerías, con una antiguedad de no más de 4 años, reposan los vinos que se destinan a crianzas y reservas. Las sensaciones aromáticas son difíciles de describir, pero os aseguro que embriagan de una manera que no desearías salir de la nave por su suntuosidad olfativa.
El resto de la bodega tiene su embotelladora, sala de almacen de botellas y sala para limpiado de barricas y otros.
El encanto de esta bodega es visitar el edificio de tipo modernista rural que alberga en su interior una escrupulosa restauración, combinando la decoración de la época con un estilo actual y moderno nada agresivo y sin contrastes bruscos, que da un toque de buen gusto y modernidad a las estancias de la casa. Las estancias son variadas, disponiendos de habitaciones con cama y aseos, sala de reuniones, comedor, despachos, … todo ello perfectamente integrado con el diseñode la casa y dándole un aspecto acogedor y encantador.
El resto de la casa tiene dos patios, uno original y otro restaurado, la parte superior es vivienda particular y hemos estado en la tienda y sala de catas, también muy original y con decoración en las barricas, así como una colección de sacacorchos en las vitrinas estupenda.
Respecto a los vinos deciros que queda pendiente su cata, ya que no quería alargar más la visita y tengo los tres en casa para degustarlos y escribir sobre ellos con más calma. Tengo que confesaros que alguno ya lo he probado antes de visitarles, pero que en cuanto los aclimate y reposen, tras el zarandeo del viaje, os daré buena cuenta de ellos.
Todo un placer para mis sentidos en esta visita y si además te acompaña una gran experta y conocedora de vinos como Cristina, aún el disfrute es mayor.