«Cuando uno cree que ya lo ha visto todo y que ha sufrido en sus carnes todo tipo de robos y estafas aparecen noticias como esta, en la que don rosendo se las ingenia para pegarse un homenaje con su mujer en uno de los restaurantes de moda y marcharse sin pagar.»
Rosendo Mejía acudió con su esposa al célebre restaurante de Ferran Adrià, El Bulli, y se fue sin pagar porque “terminada ya la cena vi que no me traían la cuenta, por lo que pensé que el método de pago sería algo sofisticado, sin tener que sacar los billetes allí entre la comida”. Sin embargo, lo cierto es que el camarero sí le trajo la factura a Mejía. “Es verdad que sirvieron como una cajita muy mona que tenía un papel y unos bombones al lado. Nos lo comimos todo, estaba tan bien presentado que no se me ocurrió que aquello fuera la cuenta”, alega el cliente.
Aunque los responsables del establecimiento reclaman a Rosendo Mejía el importe de la cena, éste se lo está pensando “porque claro, así en frío me he dado cuenta de que nos comimos un papel lleno de tinta que podría habernos matado. La tinta es venenosa. Fue un error por su parte servirlo con tantas florituras, una temeridad. No sé cuánto les debo, pero hablaré con mi abogado porque quizá son ellos quienes deben indemnizarme”.
Ferran Adrià se ha mostrado “entre indignado y desconcertado” porque varios de sus clientes, al enterarse de lo ocurrido con Mejía, deciden tragarse la cuenta “por si cuela”. Adrià ya ha advertido que “no les va a funcionar”. Poniendo más leña al fuego, Mejía ha apuntado que “si a él le ha funcionado todo el tinglado que tiene montado con las espumas y las esencias, no veo por qué no podemos aprovecharnos también nosotros de sus propias pijadas”.