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Un vino con sabor entrerriano

Fuente: El Diario de Paraná vía ArgentineWines
Produce unas 40 mil botellas por año, en más de seis varietales. Jesús Vulliez y su familia recuperaron un predio devorado por el monte, para restaurar una bodega que había funcionado a fines del siglo XIX. Con el respaldo de la tradición familiar y el asesoramiento de especialistas en vides de zonas húmedas, los Vulliez Sermet se abren camino en una nueva etapa de la producción vitivinícola entrerriana.


El establecimiento está sobre el ingreso a Colón, en el kilómetro 8. Hay dos construcciones antiguas, de color rosado viejo, con aberturas verdes, algunas cabañas para turistas y también un galpón. El resto es espacio verde y dos extensiones de tierras, casi enfrentadas, dedicadas a las vides, completamente secas a esta altura del año.
Cuando la familia Vulliez compró el predio con la decisión de intentar otra vez con la producción de vinos, el monte se había apropiado de todo y esas tierras se presentaban como una auténtica postal del abandono que le había conferido la historia a los viñedos entrerrianos y sus bodegas.
Jesús Vulliez trabaja desde hace ocho años junto a su familia en lo que asegura es la única bodega autorizada en la provincia por el Instituto Nacional de Vitivinicultura. En el mismo lugar en que el suizo Jhosep Fabre comenzó a producir vinos allá por 1874, luego de que el General Justo José de Urquiza distribuyera las tierras con ese fin, Vuilliez elabora más de diez productos diferentes, entre tintos, bivarietales, blancos, un rosado y un champagne.
La decisión de recuperar un espacio olvidado encierra también una historia familiar. Los abuelos de Jesús Vulliez fueron productores de vinos en Entre Ríos, exactamente en la zona de San José y Colón, donde se emplazaban no menos de 30 bodegas.
“Acá en la zona había una tradición de vinos, Entre Ríos llegó a ser la cuarta provincia productora y esta zona era fuerte, aunque las más fuerte era Concordia. Había una cultura del vino”, describe Vulliez y sostiene que “lo que yo traté de hacer es una vuelta atrás”.
Tras la crisis del año 30, el Estado nacional tomó la decisión de priorizar la producción vitivinícola en la zona del Cuyo y las viñas entrerrianas fueron, estrictamente, exterminadas.
“Uno de mis abuelos se dedicó a la agricultura y otro a la ganadería, igual producían vinos caseros y yo no sé si ayudaba o molestaba, pero participaba de esa producción”, recuerda Vulliez.

INTENTO. Cuando las restricciones a la producción de vinos quedaron sin efecto en los 90, Vulliez realizó su primer intento para volver a la tradición familiar en la producción de vinos, pero el proyecto resultó un fracaso. “Planté viñedos en otra chacra, los traje de Cafayate, me asesoré y me fue mal porque el asesoramiento estaba referido a como se hacía la cosa en Mendoza”, recuerda.
Algunos años después Vulliez volvió a la carga, pero en esta oportunidad le hizo caso al consejo de un amigo. “Si querés hacer vino acá, preguntale a los uruguayos que siempre hicieron vino y están acá enfrente”.
Con el asesoramiento de un enólogo y un ingeniero agrónomo especializado en el tema —los dos uruguayos—, Vulliez acometió la empresa ahora sobre los terrenos y la vieja bodega que el suizo Jhosep Fabre y sus descendientes habían explotado hasta la restricción del 30.

MÉTODO. Según detalla Vulliez hay dos o tres procesos claves para la instalación de vides en un clima húmedo. Uno de ellos es plantar “en lira”.
“Esto fue inventado por un francés para climas húmedos y consiste en que cuando la planta llega a 60 centímetros, se divide en dos y se forman dos planos perpendiculares con orientación norte-sur”. De esta forma, explica el productor, “la mitad del follaje va para un lado y la otra mitad para el otro; entonces si la ponés en dirección norte o sur, hay un aprovechamiento integral de lo que es la luz solar y la fotosíntesis es completa”.
Además, a través del sistema de poda, los racimos quedan colgando por la instalación de una serie de hilos que favorecen la ventilación de las uvas.
“La vid se comporta casi como una maleza, es muy rústica, le puede pasar cualquier cosa, pero no resiste los hongos, y la humedad y el calor son el clima ideal para los hongos, entonces hay que estar con fungicidas permanentemente. En Mendoza fumigan a lo sumo tres veces al año, acá no menos de 15”, detalla.
Otra condición esencial para que la producción de buenos resultados, explica Vulliez, es el empastado entre fila y fila de vides, con el propósito de que el pasto “chupe humedad del suelo que es lo que sobra” y diferencia que “en Mendoza tienen que regar para tener humedad, nosotros en cambio necesitamos restar humedad del suelo”.

PRODUCCIÓN. En el 2009 la bodega colonense produjo unas 40 mil botellas, pero este año el rendimiento será menor debido a un verano lluvioso que perjudicó el desarrollo de la tarea.
En la actualidad Vulliez Sermet ofrece un vino blanco chardonnay y en tintos produce malbec, merlot, cabernet sauvignon, tannat, syrah y sangiovesse, además de tres bivarietales. Todos vinos de alta gama, que cuestan entre 22 y 36 pesos, que es el valor del champagne.
En 2006 la bodega obtuvo dos medallas de plata con el malbec y el tanat en el concurso denominado “La Mujer Elige” que reunió a más de 400 bodegas de Argentina y otros países, mientras que en 2008, en el mismo concurso, fueron premiados el tannat y el syrah con medalla de oro y un corte 4 variedades con medalla de plata.
“Cuando empecé, hace 20 años, yo quería hacer un vino mejor al de mis abuelos, que lo hacían con uva de país o uva chinche. Era un vino rico, pero duraba hasta octubre y después se empezaba a picar”, narra Jesús Vulliez y reconoce que con el tiempo el objetivo fue mucho más ambicioso todavía, hasta llegar a los vinos que hoy ofrece y que poco a poco se empiezan a abrir camino en un mercado exigente.

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