Nadie lo sabe a ciencia cierta pero además de contar, probablemente, con el caliz del Santo Grial entre sus tesoros lo cierto es que la Colegiata de San Isidoro esconde el vino más añejo del mundo.
Se trata de un caldo único en el mundo por la «madre que tiene», una barrica de roble con casi un siglo, y que se conserva bajo dos llaves en una sala contigua a una una de las bodegas de las que dispone la colegiata.
El vino es tan único y tan exclusivo que se cuentan con los dedos de una mano el número de personas que, ajenas a la Colegiata, han conseguido deletitarlo en su paladar.
La barrica (conocida como barrica de Santo Martino) que contiene el caldo está rodeada de un enorme misterio. «No se puede grabar, no se puede ver, no se enseña a ninguna persona», ha recordado Francisco Rodríguez, abad de San Isidoro.
Dos llaves
El secreto se multiplica por las medidas de seguridad que rodean la barrica. Si el caliz de Doña Uraca cuenta desde esta misma semana con un cristal antibalas de 23 milímetros de grosor, el vino de 900 años de vida se custodia en primer lugar por el secreto en su ubicación y en segundo término por una puerta centenaria con dos cerraduras.
La llave de una de esas cerrduras es guardada por el abad de turno y segunda llave se encuentra bajo custodia del administrador. Las llaves sólo se accionan en común en Jueves Santo, fecha en la que se extrae el líquido de la barrica.
Fue este pasado jueves cuando de los 176 litros que contiene la barrica se sacaron tres cuartos de litro, la cantidad que debieron beber los sínticos y algún invitado especial cuyo nombre casi nunca sale a relucir.
A continuación el abad de la Colegiata devuelve al interior de la barrica el doble de cantidad de la que han sacado. «Se incorpora el doble calculando lo que por evaporación y por el efecto de la madera se perderá durante el próximo año», se advierte desde la Colegiata.
«Es fuerte y dulzón»
La barrica mantiene la misma posición durante todo el año, la bodega que la custodia ofrece una temperatura constante y siempre está a oscuras, salvo por la tenue luz que ‘ve’ cada Jueves Santo.
«Hablar de esto… bueno… es un poco incómodo porque es como querer quitar protagonismo a actos religiosos de este periodo santo… casi preferiría que se hablara de otras cosas. La barrica existe y es del siglo XI pero no se la puede grabar y ni siquiera se puede mostrar la puerta tras las que está», recuerda Francisco Rodríguez, abad de San Isidoro.
¿Que cómo sabe este vino? Esa parte sí que se puede dar a conocer. Es «fuerte y dulzón», recuerdan desde la Colegiata.
Fuente: http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Un-Vino-De-900-Anos-vn142074-vst444