Desde un acelerador de envejecimiento a un agitador de decanters y tubos de ensayo en vez de botellas, los accesorios para vinos son cada vez más raros.
Ya no basta con ser sofisticado y saber hacer girar el vino con destreza en amplias copas de cristal austríaco. Cada vez más el mundo del vino se sofistica y en nombre de un nicho de mercado ABC1 –del lujo y el consumo high class-, llegan a la góndolas los inventos y artificios más insólitos, raros y locos.
En el último tiempo salieron a la venta algunos productos imperdibles para los consumidores de curiosidades. Unos son inútiles pero bonitos, otros con pretendida utilidad y feos como pocas cosas, y unos pocos escogidos llegan a cumplir con mérito su propósito. A continuación 5 bizarreces para el amante del vino.
Vino en tubos de ensayo: supongamos que uno quiere probar vinos franceses para hacerse una idea de qué va la cosa en las principales regiones galas y no tiene ni tiempo, ni espacio, ni dinero para un viaje al viejo continente, y mucho menos para pagar los 100 o más dólares que puede costar una botella importada. Bien, no tiene más que encargarle un pack de 4, 12 o 24 muestras a www.wineside.fr o www.brixr.com, dos empresas que se dedican a enviar por correo grandes vinos en tubos de ensayos a cualquier punto del globo. Se puede pedir un Pessac, Léognan, Pomerols, Châteauneuf du Pape o la mayoría de los vinos californianos a precio de muestra y recibirla en el domicilio.
El agua para catadores: se llama SanTasti y es norteamericana. Según sus fabricantes dieron en el clavo de una gran necesidad para los profesionales del vino: un agua con ph neutro, estabilizada en su salinidad y composición mineral, que al parecer logra limpiar el paladar en catas prolongadas. En estas tierras, cualquiera les diría que han inventado el agua tibia. Pero claro, con una buena dosis de marketing, ya se vende en los free shops. Tiemblan Evian, Eco y Villavicencio.
Un añejador de vinos. Este producto conoce varias patentes y al parecer todas serían falsas promesas. Porque lograr que un vino envejezca es una tarea de años y no de una dispositivo del tipo “¡llame ya!”. Pero aún si uno quisiera lograr un vino viejo en cosa de 15 minutos, el aparato debiera activar químicamente el tinto para hacer una reducción violenta, o lograr un efecto similar, pero no igual, por métodos alternativos.
La cosa es que existe y hemos visto al menos dos modelos, de los que no podemos dar fe de su funcionamiento. Uno es un anillo magnético que se pone en el cuello de la botella al servir el vino y que, al decir de sus fabricantes, logra “ablandar” los taninos de cualquier tinto con sólo servirlo. El otro, una suerte de frapera que trabaja con ultrasonido, y que en 30 minutos “cocina” el el producto y lo deja como de 20 años. Beber para creer, dijo Santo Tomás. Cuestan de 50 y 560 dólares respectivamente en la web.
Un decánter magnético: Wine Swirl –en inglés, agitador de vinos- es una aparato cuya importación acaba de ser licenciada para Argentina y pronto lo veremos a la venta. Se trata de un curioso decantador que se agita automáticamente, cosa de no tener ni que molestarse en hacerlo girar. ¿Cómo funciona? Se pone el vino junto con una bolita de acero dentro del decanter, y un agitador magnético la hace rotar a gran velocidad mientras uno mira cómo se forma un remolino dentro del envase. En 5 minutos la tarea de oxigenación está terminada y el vino tiene los aromas a flor de piel. Para verlo funcionar hay un video en www.wineswirl.com.
Vino con dosificador de alcohol: hay inventos geniales, inventos bobos, inventos útiles y… Wine Mulled. Una linda botella diseñada por el estudio Buddy Creative que tiene la virtud de indicar la cantidad de vino especiado –éso es Mulled wine en inglés- necesaria para celebrar la navidad. ¿Cómo? El vidrio tiene impreso un nivel que cuenta la cantidad de copas bebidas, cuyas categorías encierran una buena cuota de humor británico: “deseando empezar a brindar” es la primera; “contento”, “alegre”, “radiante” y “hic”, le siguen; mientras que la última copa dice “feliz Navidad”.
Fuente: La Mañana de Neuquén – Joaquín Hidalgo.