En verdad, el vino que nos acompaña desde siempre ha ocupado un espacio en el arte de todos los tiempos.
Desde la historia más remota, representado por los egipcios, griegos y romanos, durante la Edad Media convertido en símbolo sagrado por la Iglesia Católica y alimento en la mesa diaria; aparece como testigo de la conquista de América ya en la Modernidad.
Hoy el vino es sinónimo de cool en algunos círculos. Parece que así lo prefieren algunas artes. Incluso comercialmente muchas bodegas han lanzado al mercado vinos ultra ligeros con nombres sofisticados que remiten a la liviandad. Su interés es captar el consumo de los más jovenes cuyos paladares están lejos de los taninos del vino.
Esta exhibición del SFMOMA resulta interesante en ese aspecto. Además aporta cierto conocimiento vitivinícola ya que desarrolla a través de una instalación el concepto de terroir.
Por otro lado, señala al año 1976 como comienzo de esta revolución donde los vinos californianos superaron a los vinos franceses en una cata a ciegas. Una foto mural con actores haciendo de jueces testimonian el hecho.
En fin, cool o no, el vino sigue estando entre mis preferencias.