Parte de su éxito se debe a que son nuevos consumidores los que entran en juego. Además, los vinos dulces se caracterizan por ser elegidos, tanto para acompañar el postre, como para una picada con queso azul o simplemente como aperitivo o cocktail.
Cuando la cena termina, para algunos llegan los postres y para otros el café. Muchos optan por un bocadito dulce, por un pedazo de queso azul o un buen habano. Pero lamentablemente el vino se terminó con el segundo plato.
La boca está seca y pide a gritos una bebida que sirva al múltiple propósito de acompañar dignamente a los dulces, los quesos, el café, los cigarros.
Y como si esto fuera poco también sería de gran ayuda que facilite la digestión haciendo las veces de bajativo.
La pregunta entonces es ¿qué tomamos?
Desde el tiempo de los romanos hasta hace unos cuarenta años, nadie hubiera titubeado al contestar esa pregunta. La respuesta podría ser solo una: vino dulce.
En determinadas épocas como la victoriana, los licores estuvieron tan de moda que su consumo equiparaba al de vinos secos de mesa.
Sin embargo después de la Segunda Guerra Mundial, la copita de vino dulzón con el postre cayó en desuso, perdiendo el sitial de privilegios que ocupaba en las preferencias de la gente.
La Argentina mientras tanto no estuvo al margen de estos acontecimientos, los otrora renombrados «vinos de solera» sanjuaninos, los mistelas y licorosos en general dejaron de producirse en masa a comienzos de los ochenta.
Así y todo el acta de defunción a punto de firmarse, los buenos vinos dulces naturales se reanimaron súbitamente.
Preferidos por las mujeres y los jóvenes, los vinos «cosecha tardía» y «dulces naturales» están encontrado su lugar en el mercado, experimentando un crecimiento en el gusto de los consumidores.
Cada vez más bodegas incursionan entre estos productos, también conocidos como «dessert wines» o vinos de postre.
Dentro de la tipología de dulces existen dos estilos.
Por un lado están los vinos «cosecha tardía«.
La producción de estos consiste en retrasar al máximo la recolección de la uva, logrando así que lleguen a su máxima maduración acumulando mayores cantidades de azúcares.
La uva comienza a perder agua lentamente y al ser cosechada en forma tardía se mantiene el dulzor y frescura del vino; además la uva tiene un proceso de sobre- madurez y cuando llega a la bodega casi no se le extrae jugo.
En el caso de Argentina, las uvas se levantan dos meses después, por lo general cerca del 20 de abril.
Por otro lado, encontramos los vinos «dulces naturales«; cuyas uvas se cosechan en la misma temporada que las demás (febrero – marzo), pero la fermentación es interrumpida de forma voluntaria, con lo que se consigue que queden restos de azúcares.
De esta manera se obtiene un vino dulce natural sin ningún tipo de agregado.
Estos se caracterizan por ser más económicos, ya que no hay una pérdida en el rendimiento del vino; contrario a los de cosecha tardía que se caracterizan por ser más caros, ya que la producción es mucho más lenta y el rendimiento es menor.
Las variedades con las que generalmente se producen son: Torrontés, Chardonnay, Semillón, Viognier, Tocai, Sauvignon Blanc y Gewürztraminer, entre otros.
En Alemania es muy común utilizar la uva Riesling para las categorías de cosecha tardía.
Fuente: Vendimia – Chile
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