En Bargas, municipio situado a unos 15 Km de Toledo, se encuentra Finca Loranque, a la vera del río Guadarrama y en un terreno arenoso-arcilloso, entre olivos están los terrenos de la finca, que si bien son extensos, solo dedican unas 42 ha. Al cultivo de la vid.
Llegar hasta este edificio del siglo XVIII, antigua casa de labores del campo y construida con la arquitectura toledana de entonces, es un poco aventurado, ya que el camino está bordeando campos e incluso se atraviesa el río, pero merece la pena un poco de aventura, sobre todo tras un invierno de luvias como este, para darse cuenta de cómo los ríos vuelven a su cauce. La mañana del viernes 19 de marzo fue de aventura para nosotros, ya que no teníamos ni cita concertada ni sabíamos que la bodega tenía una jornada especial con comida incluída bajo petición.
Al llegar uno descubre como la plantación de viñas, en espaldera, está asentada en un terreno fértil areno-arcillosos, por lo que puede pensar en altas producciones de uva y por tanto de escasa calidad, pero en la visita guiada te explican porque eso no es así.
Nos recibieron amablemente, junto con unas 15 personas más, que parece ser tenían visita concertada, y empezó la visita con el comentario de que se efectúa poda en verde para dejar solo la mitad de racimos en la planta con tal de producir el fruto de más calidad y que absorva la característica del terreno para imponer su carácter.
En la finca nos sorprendió la falta de una tolva de recepción de uva, pero se nos comentó que la vendimia se realiza a mano y se coloca en cajas de 15 kg. máximo, para despuén pasar a una mesa de selección en la que se deshechan los racimos que no cumplen una esperada calidad.
Se vinifica usando el llenado de cubas de acero inoxidable por gravedad, entrando el fruto entero en ellos, se produce una maceración en frío durante unos días para después controlar la fermentación alcohólica, que va seguida de remontados hasta conseguir que el líquido tome el color y sabor a fruta que preteneden. Los hollejos sobrantes se prensan para mezclar con el mosto flor y de ahí ya obtienen el vino.
Finca Loranque dedica su producción a crianzas y reservas de vinos tintos, con el asesoramiento enológico de Telmo Rodríguez. La sala de crianza dispone de unos cientos de barricas de roble francés, americano y húngaro, con barricas bordelesas de 225 lts. y cubas de 500 lts., de manera que la crianza tenga más o menos contacto cn la madera. El edificio de crianza es estrecho y alto, con ventanas orientadas al norte a lo alto de la nave, y paredes con adobe, ideal para conservar una humedad relativa constante durante todo el año.
En otro edificio se encuentra la sala de embotellado y almacen de botellas para terminar de afinar su crianza, así como el almacen de botellas ya empaquetadas listas para su salida al consumidor.
Al final realizamos una cata, en una moderna sala destinada a tal fin, donde probamos 4 de sus vinos. El primero fue un Lacruz Tempranillo-Syrah con un color granate brillante, limpio, con aromas primarios a frutas frescas, un toque de acidez típica de un vino joven, y de postgusto corto. Posteriormente y de la gama Lacruz, catamos el monovarietal de Cabernet Sauvignon, un vino también muy limpio y brillante, más expresivo en nariz, potente, evocando suavemente a madera y con un postgusto a fruta madura largo y persistente, para mi el vino más elegante de los que probamos, de esta serie.
Los dos restantes que probamos fueron Finca Loranque Syrah-Tempranillo crianza de 12 meses, un vino afrutado, con toques de madera, muy redondo y pulido en boca y con postgustos variados a cítricos, tostados y regaliz. Terminamos la cata con un Finca Loranque Syrah 2007, un vino de alta expresión con un rojo granate brillante (todos los vinos tenían un color limpio y un brillo espectacular), glicérico, unos aromas en nariz que evocaban fruta negra madura y tostados como café, caramelo… con buen ataque en boca, sedoso, suave al paladar y un postgusto largo que evoca a regaliz y torrefactos.
En general unos vinos de porte moderno, orientados quizá a un mercado exterior que busca ligereza, que sean fáciles de beber, pero a su vez que se evoque la fruta y que la imagen de vino limpio y glicérico esté en contrapartida de los vinos recios de La Mancha que el consumidor nacional suele apreciar habitualmente. Deciros que se amparan bajo la denominación de Vinos de la Tierra de Castilla y que su producción es de unos 100.000 lts., muy por debajo de las producciones de la zona y buscando sobre todo un vino fácil a paladares no nacionales.
Deciros que no pudimos quedarnos a la comida (no teníamos reserva) y que es una buena experiencia visitar esta bodega.