Descubridor de suelos ocultos y silvestres, ha sido el pionero en introducir variedades internacionales en nuestros país.
· En su bodega practica la política de puertas abiertas incluso entre sus rivales ·
Aristócrata liberal, escritor y bodeguero, ha sido el primero en elaborar vinos de calidad en España ·
Abanderado y promotor de vinos independientes y de los primeros vinos de pago en Castilla
El título nobiliario de Carlos Falcó podría haber aconsejado mantener un retrato del vino tradicional español, entroncado con las denominaciones de origen históricas. Sin embargo, prefirió rescatar los espacios ocultos y silvestres de nuestros suelos sin acomodarse al tirón de las DO más famosas, atraer a las entonces intrusas variedades internacionales y cultivar como se hace en Burdeos, Australia y California.
Fue el promotor de la primera aventura española de producir vinos de calidad fuera de los territorios sagrados del vino, sin los apoyos institucionales que se aplican a las denominaciones y sin su tirón comercial, pero también sin los corsés de sus reglamentos; su propio talante liberal se lo prohibiría.
Nacido en 1937, su relación con el vino le viene de lejos. «Cuando venía aquí de niño había una bodega de tinajas en el castillo. Mi abuelo estaba muy interesado en la agricultura y ya era un pionero utilizando los primeros tractores en España. Aunque entonces era más importante el aceite e incluso había una almazara construida a principios de siglo. También contaba con una bodega de tinajas subterránea dónde se elaboraban vinos de garnacha, la uva de la región. Él tenía mucha ilusión de que yo estudiase la carrera de ingeniero agrónomo y para mí esto era un compromiso moral con él.
Desde hace 700 años se han hecho aquí vinos y aceite a granel, y el paso siguiente era crear productos de alta calidad y embotellarlos. Empecé a interesarme por el vino en los años sesenta, mientras estudiaba la carrera de ingeniero agrónomo. Luego fui a la Universidad de California. Recuerdo que una noche me invitó a su casa el decano de la Facultad, Maynard Amerine, donde nos dio a probar unos vinos de cabernet que me impactaron. Fue como una revelación: no entendía cómo en un clima mediterráneo como el de California se podían obtener vinos con una variedad propia de zonas más frescas como Burdeos. Y él me dijo: con tecnología, tanques de acero inoxidable, control térmico y vigilando la oxidación de los vinos».
PRIMER VINO DE PAGO
Carlos Falcó continúa su relato: «Cuando llegué a España en 1964 quería plantar cabernet sauvignon y sacar al mercado un vino de pago. En aquellos años las aventuras heterodoxas de cultivar en espaldera, regar con goteo, incluso traer variedades foráneas estaban prohibidas.
Aparqué el proyecto y perdí diez años de vida. Entonces me dediqué a plantar tabaco y árboles frutales, manzanos, en el valle del Tiétar. Aquella experiencia me sirvió para trabajar con un agricultura de precisión y experimentar por primera vez el riego por goteo en mis árboles con un sistema que vi en Israel. Pensé que también podría servir para el viñedo y, de hecho, fui el primero en el mundo que lo puse en práctica».
En Carlos Falcó, marqués de Griñón, cohabitan el aristócrata liberal, el escritor independiente y el bodeguero que siempre tiene abiertas las puertas de su casa, incluso a quienes pueden ser o son ya sus rivales. «Yo siempre he seguido esta política –afirma–. Aquí han entrado miles de modestos socios de cooperativas para ver mi viñedo. Tanto es así que un año me dieron el premio nacional de Asaja en una sala donde había 1.500 viticultores, todos aplaudiendo a rabiar. Es uno de los momentos que más me han emocionado a lo largo de mi carrera. Nunca hemos tenido secretos para quien quisiera venir, ya fuera viticultor, bodeguero o periodista. Además, siempre he estado convencido de que La Mancha, el mayor viñedo del mundo, podía convertirse en una nueva California o Australia».
Todo en Carlos Falcó es transparente y fluido, sin dobleces, con la humildad de los triunfadores seguros de sí mismos. Su abolengo no lo arroja como una descarga envanecida. Sólo presume de ser un ingeniero agrónomo que tiene curiosidad, ganas de aprender y que ha viajado por todo el mundo.
PROMOTOR DEL VINO DE CALIDAD
Carlos Falcó fue la dinamo que alentó a Marcial Gómez Sequeira (Dehesa del Carrizal) a montar una bodega en Toledo, al igual que a su amigo Alfonso de Hohenlohe en Ronda (Cortijo de las Monjas), a Alfonso Cortina, actual presidente de Repsol, que en la actualidad está construyendo una flamante bodega también en Toledo (Vallegarcía) y, por último, al constructor José María Entrecanales, en la también toledana zona de Méntrida, quien ha levantado la Bodega de las Cuatro Rayas donde elabora su exitoso tinto Arrayán con la colaboración enológica de Miguel Ángel de Gregorio.
Pero aunque Carlos Falcó se ha convertido en el abanderado de los vinos independientes de España, apostando por las tierras toledanas para convertirlas en tesoros vitícolas, también ha tenido un espíritu de participación colectiva. Presentó al presidente Bono lo que él pensaba que debía ser una nueva ley del vino, en la que se aceptasen todas las variedades conocidas internacionalmente. Fue entonces cuando se aprobó la Ley del Vino de Castilla que creaba la designación de Vinos de la Tierra de Castilla, una etiqueta que ha dinamizado enormemente las iniciativas de calidad de los vinos de Castilla-La Mancha. Esto ha permitido que los grandes grupos vinícolas españoles, como Osborne, González Byass, Martínez Bujanda, Olarra o Faustino invirtiesen en esta comunidad autónoma.
A su vez Falcó promovió los vinos de pago de Castilla con un éxito inesperado fuera del ámbito territorial que ha llevado finalmente a constituir la asociación Pagos de España. Todo como resultado de crear un frente que defendiera un concepto de vino de château; es decir, producir vino de un viñedo determinado.
UN CHÂTEAU EN TOLEDO
Antes de construir un viñedo bordelés bajo el sol toledano, Carlos Falcó quiso asesorarse en Burdeos. Su amistad con Alexis Lichine, escritor y dueño de uno de los châteaux mas famosos del Médoc, le permitió tomar contacto con las esferas técnicas bordelesas. Un análisis de sus tierras, algo insólito en España, y una medición de las condiciones climáticas para calcular el proceso de maduración de sus uvas fueron el pistoletazo de salida del mejor viñedo español de los ochenta. «Al principio vendía la uva a las cooperativas, pero me pagaban muy mal. Entonces me puse en contacto con Antonio Sanz, ya entonces el enólogo mas conocido en Castilla, para que me la comprara. Sin embargo, no podía pagarme el precio que le pedía. Le propuse entonces que hiciéramos un vino a medias. Y así fue: vendimos nuestro primer vino al club de vinos Vinoselección».
La ilusión y vocación agronómica de Falcó no era suficiente para vender el vino embotellado en tiendas y restaurantes. Al principio existía un boicot soterrado a un producto de origen aislado, propiedad de un personaje de la vida social, como si fuera una intrusión frívola en el sagrado y entonces tradicional mundo del vino. El crecimiento del vino fue lento y a la misma velocidad se fue construyendo la bodega. A finales de los años ochenta el tirón de las DO era tan importante, que el vino más vendido de la gama Marqués de Griñón era un blanco de Rueda que elaboraba con Antonio Sanz y no precisamente los tintos de la finca toledana.
REFERENTE INTERNACIONAL
Las 60.000 botellas de entonces no podían amortizar toda su estructura vitivinícola y para ello acordó con el grupo Arco –la antigua Berberana– una relación accionarial que permitiera impulsar los vinos propios de Valdepusa a cambio de crear una estrategia de prestigio y asesoramiento para este grupo riojano bajo el paraguas de la marca Marqués de Griñón. Y bien que se logró.
Hoy Arco vende mas de ocho millones de botellas con esta marca y Carlos Falcó ha convertido su trabajo vitícola pionero de hace 20 años en un viñedo controlado por ordenador y sus marcas de Valdepusa en referente internacional del vino moderno que se hace en España.
Fue el primer bodeguero que se interesó por la garnacha blanca para producir vinos de calidad.
Recorrió la provincia de Teruel, e hizo algunos experimentos con resultados desiguales que le hicieron desistir porque ya en su cabeza bullía, con ese espíritu liberal tan suyo, el proyecto Durius. Un tinto fruto de mezclar el vigor y la carnosidad del vino de Toro con la frescura, el tanino y la acidez de la Ribera del Duero.
Más tarde la marca se destinó a los vinos de Los Arribes, en el marco la flamante bodega que ha construido Arco en Fermoselle.
Su última aventura ha sido convertir su finca en la Denominación de Origen Pago Valdepusa como si de un côte rôtie de lujo se tratara; algo así como un grand cru classé español.
Es el único elaborador capaz de proyectar un discurso crítico y público sobre el vino español. Su vinculación al grupo bodeguero riojano Arco y la responsabilidad de poner en circulación más de 300.000 botellas de su propia finca no le impiden juzgar al vino español, ni mostrar sus pecados ante el ministro del ramo o en la tribuna mediática con una acertada y excelente pluma. Por si fuera poco, ha escrito un libro con el oportuno nombre de Saber de Vinos que, en sus varias ediciones, ha sobrepasado los 20.000 ejemplares. Hoy es reclamado como conferenciante y embajador de prestigio del vino español por todo el mundo.