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El vino en la antigua Roma: cuando beber era un arte



Hablar del vino en la antigua Roma es como descorchar la historia del Mediterráneo. Fue allí donde el vino dejó de ser solo una bebida y se convirtió en una forma de vida, un placer compartido, un símbolo de cultura.
Desde el esclavo que bebía posca hasta el emperador que brindaba con Falernum, el vino era el gran igualador de la sociedad romana.


🍇 De Grecia a Roma: el inicio de una pasión

Los romanos no inventaron el vino, pero sí lo popularizaron. Tomaron las técnicas de los griegos y etruscos, mejoraron los métodos de prensado, y llevaron las viñas allá donde llegaban sus legiones: Galia, Hispania, Germania, Britania…
Gracias a ellos, el vino se convirtió en parte esencial de Europa. Las vides que hoy dan vida a Rioja, Burdeos o Chianti tienen raíces que nacen de aquellas plantaciones romanas.


🍷 Un vino distinto al nuestro

No te imagines un Rioja crianza ni un Chardonnay frío.
El vino romano era espeso, dulce y potente. Se mezclaba con agua, miel, resina o hierbas aromáticas, y se servía a distintas temperaturas según la ocasión.
Beberlo puro se consideraba un exceso —solo lo hacían los bárbaros, decían—.

El Falernum, originario del monte Falerno, era el más codiciado. Tan prestigioso que los poetas lo mencionaban como el “vino de los dioses”. Y sí, envejecían el vino, algunos durante más de 20 años.


🍾 Ánforas, tabernas y vino para todos

Las ánforas de barro eran las botellas de la época. Selladas con cera o resina, se almacenaban en sótanos o se enterraban para mantener el vino fresco.
En las tabernae, los romanos bebían vino barato, muchas veces avinagrado o rebajado con agua. Era el vino del pueblo, el que corría por las calles de Roma y en los campamentos militares.
Los ricos, en cambio, disfrutaban de caldos añejos en lujosos banquetes, servidos en copas de plata.


🏛️ Vino, religión y poder

El vino no solo era placer: era ritual. Se ofrecía a los dioses, se vertía en los altares y se usaba en funerales y celebraciones.
También era herramienta política: ningún banquete importante se concebía sin vino, y ningún pacto se sellaba sin un brindis.

Como escribió Horacio:

“El vino disuelve las penas y desata las lenguas.”

No le faltaba razón.


🌿 Hispania: los vinos que viajaban a Roma

Las tierras de Tarraco y Baetica (actuales Tarragona y Andalucía) eran auténticas joyas vinícolas. Sus vinos viajaban en barco hasta Ostia, el puerto de Roma, en ánforas marcadas con sellos hispanos.
Se han encontrado restos de esas ánforas en Pompeya y en el Tíber: prueba de que Hispania ya exportaba vino con nombre propio hace 2.000 años.


🍇 Un legado eterno

Cuando hoy levantamos una copa, sin saberlo, seguimos un ritual que nació allí: en los patios de Roma, entre ánforas, uvas y poesía.
Los romanos hicieron del vino un símbolo de civilización, de disfrute y de vida.
Y por eso, cada sorbo que damos tiene un poco de su historia.


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El vino se bebe, se siente… y se recuerda.