Definitivamente los cavas rosados vuelven. Me alegro, pero parece que pocos recuerdan que durante muchos años fueron símbolo del freakismo vinícola. Por suerte ya hemos superado ese trauma y ahora disfrutamos de extraordinarios cavas rosados de características, olores y sabores muy variados. La eclosión del cava rosado, si mal no recuerdo, empezó con el Agustí Torelló i Mata Trepat. A partir de ese momento, y al más puro estilo francés, casi todas las marcas incluyen en su catálogo un rosado que se situa su gama media-alta.
Lejos de lo que un consumidor de la calle pueda pensar, el espumoso rosado -es decir, el champán o el cava rosado- es todo un reto enológico, además de un magnífico vino espumoso de segunda fermentación en botella.
Los tiempos que corren van muy deprisa en todos los campos y, en especial, en el del vino. En la elaboración de espumosos hay pocas novedades, salvo algunos vinos base envejecidos en madera, políticas racionales de levaduras, nuevas cuvés de añadas y vinos, eliminación de licores de expedición empalagosos y rancios o la entrada en la dinámica francesa del origen a la búsqueda de la expresión de la burbuja y su vino en función del pago.
Esto último es de libro y cada vez más debido a las pequeñas propiedades con viña propia. Pero, en los últimos años, los cavistas y elaboradores de espumoso han roto con los complejos ofreciendo un espumoso rosado entre su gama de vinos. Hasta ahora, el consumidor no informado –que era la mayoría- asociaba el espumoso rosado con una bebida gaseosa coloreada y, como mucho, con un fresco vino de aguja.
Y no es así. Un buen espumoso rosado aporta al vino que ha pasado por las dos fermentaciones, una mayor coloración y vistosidad, un aroma con más carga de fruta y un comportamiento en la crianza sobre lías más rico, que provoca complejidad, riqueza de matices y cierta carnosidad que supera la cremosidad de algunos blancos.
Y no es así. Un buen espumoso rosado aporta al vino que ha pasado por las dos fermentaciones, una mayor coloración y vistosidad, un aroma con más carga de fruta y un comportamiento en la crianza sobre lías más rico, que provoca complejidad, riqueza de matices y cierta carnosidad que supera la cremosidad de algunos blancos.
La utilización de uva tinta siempre se empleó, pues muchos blancos espumosos proceden de vinos base de uva tinta. La coloración se evitaba impidiendo el contacto del mosto con el hollejo de la uva.
Los espumosos rosados son muy aromáticos, más amplios, tienen notas vinosas que tapan con más fuerza los lógicos secundarios y elevan la intensidad aromática de las series frutales y florales. Un espumoso rosado es siempre una buena opción y con mayores posibilidades de maridaje en la mesa. Cuando son dulces o semidulces alcanzan la plenitud en boca, en nariz y en la vistosidad del perlaje. Sus burbujas son las más alegres.