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El Castell de la Bleda, propiedad de la Familia Torres, se habría construido sobre un asentamiento íbero y romano

 La búsqueda arqueológica permite atribuir algunos de los silos excavados en el ibérico pleno, entre los años 450 y 200 aC La finca se destina al cultivo de la variedad ancestral moneu,con una nueva plantación en vaso de 10 hectáreas

 El Castell de la Bleda, en manos de la Familia Torres desde 2016, se habría erigido sobre un asentamiento íbero y romano, según confirma la intervención arqueológica que se ha llevado a cabo en este edificio catalogado ‘Bien cultural de interés nacional’, en el municipio de Santa Margarida i els Monjos, en el Penedès.

Si hace un año se anunció el descubrimiento de la base de la torre de defensa medieval que explicaría el origen del nombre, ahora nuevos estudios han constatado que las raíces del Castell de la Bleda profundizan mucho más en la historia de lo que se habían planteado inicialmente los expertos y se remontarían al período del ibérico pleno, entre los siglos V y III aC.Según el arqueólogo Xavier Esteve, de Tríade Serveis Culturals, a pesar de encontrarse aún en fase de estudio, las evidencias del asentamiento ibérico consisten en algunos silos que se han encontrado debajo de una de las estancias de la casa.


Una de ellas es como una matryoshka, con hasta tres silos, uno dentro del otro: un silo de época moderna había recortado otro silo excavado en el mismo lugar dos milenios antes, en época ibérica, el cual, a su vez, había recortado lateralmente un tercer silo, también ibérico, aún más antiguo”.

Este descubrimiento confirma el pasado ibérico del Castell de la Bleda, mientras que la presencia de materiales constructivos de época romana apunta a la existencia de una villa de hace 2000 años. Son evidencias indirectas, pero claras, depositadas dentro de silos medievales, que consisten en grandes fragmentos de cerámicas y de típicas tejas romanas, así como fragmentos de dolia, grandes tinajas utilizadas a modo de lagar para almacenar el vino.

Desde la década del 1930, ya se tenía constancia de que en el entorno del Castell de la Bleda se habían localizado superficialmente cerámicas de época ibérica y romana. En 1961, el arqueólogo Pere Giró, avisado por el entonces propietario de la finca, pudo constatar que, en los campos recién labrados, habían aflorado cerámicas, paredes, pavimentos y cimientos de alguna construcción de época romana.

También se tiene constancia de que en 1967 se destruyó parte de un asentamiento de época ibérica cuando se construyó una empresa de fundición en este lugar.A pesar de que ninguno de estos indicios se había producido al lado del edificio, la actual actuación arqueológica en su interior ha permitido confirmar las hipótesis más optimistas y desgranar la historia milenaria de este emplazamiento. 

“Antes del actual edificio, que data del siglo XVII, hubo una masía medieval, y antes de esta, un castillo. Ahora, además, podemos afirmar que aquí también existió una villa romana y un asentamiento ibérico”, comenta Esteve, que se muestra esperanzado ante la posibilidad de descubrir nuevos restos.

La superficie excavada no alcanza ni una tercera parte del espacio con más potencial arqueológico. Estoy convencido de que el Castell de la Bleda aún nos oculta muchas sorpresas”, concluye.

Nueva plantación de moneu en el Castell de la Bleda

La finca del Castell de la Bleda, situada a poca distancia de la emblemática finca de Mas La Plana de la Familia Torres, está destinada principalmente al cultivo de la variedad de uva tinta ancestral moneu, que es autóctona del Penedés.

Es una de las variedades de antes de la filoxera que la Familia Torres ha logrado recuperar en el marco de su proyecto de recuperación de variedades ancestrales y que ha sido aceptada por la DO Penedés.

Este año, se ha ampliado considerablemente la plantación de moneu con 10 hectáreas en vaso, que serán productivas a partir de 2021. El viñedo de moneu, plantado en 2016 de forma experimental, ya da buenos frutos de los que se elaboran vinos frescos y equilibrados, intensamente aromáticos, con una marcada acidez y buena concentración. Según Miguel Torres Maczassek, quinta generación de la Familia Torres: «estamos apostando mucho por la moneu, no sólo por su gran interés enológico, sino también como alternativa para hacer frente al cambio climático ya que se trata de una variedad que resiste bien las altas temperaturas y madura lentamente».