Alguna vez nos ha ocurrido que abrimos una botella de vino que deja nuestra copa llena de ¨posos¨. Ésto no quiere decir que el vino esté malo, son sólo una prueba más de la naturalidad de este producto. Muchos bodegueros, hoy en día, buscan obtener la máxima calidad de la «sustancia» de un producto tan natural y tan ¨vivo¨ como es el vino, buscan la mejor materia prima: arrancar la máxima expresión del fruto y por buscar el tipo de envejecimiento y madera que realce mejor su expresividad. Los filtrados y clarificados que se realizan durante el proceso de elaboración tienen como finalidad el arrastrar las partículas y sedimentos naturales que aparecen en el vino (los propios restos de levaduras que hacen posible la fermentación, los pigmentos e incluso restos de pieles y pepitas) para conseguir un vino totalmente limpio y cómodo al beber. Sin embargo, con esta práctica a veces también se lleva parte de esa «sustancia» o «expresión». De ahí que muchos elaboradores hayan limitado estas operaciones o hayan dejado de realizarlas. Algunos advierten de ello en su etiqueta. Por lo tanto, los posos ni son un defecto ni son un problema y no tienen por qué afectar ni a la calidad ni a su disfrute. Dicho esto, a más de uno pueden suponerle una situación incómoda y para ello, según recomiendan muchos expertos, podríamos seguir algunas sugerencias al servirlo: dejar reposar la botella en posición vertical durante unas horas antes de descorcharla (para que los poso queden en el fondo) o b…/b