Al igual que la de los alimentos, la industria del vino ecológico crece en nuestro país.
¿Qué tienen de especiales estos vinos? Desde la empresa Videcol, encargados desde el año 2000 de desarrollar el proyecto “Bodegas Videcol”, aseguran que la principal característica de un vino orgánico es que desde la producción de la uva, hasta la elaboración del vino, todo el proceso está basado en un “conjunto de técnicas que no permiten la utilización de productos provenientes de la industria química”. Para lograr el crecimiento de los viñedos, no se utilizan fertilizantes químicos sino naturales. Allí, es común ver distintos cultivos que tienden a atraer buenos insectos y a repeler los malos, o también casitas de madera entre las plantaciones, para que allí habiten los pájaros que se alimentan de los malos insectos. Estos métodos reemplazan a los fertilizantes químicos, en la búsqueda de un producto 100% natural.
La presencia de vinos orgánicos en nuestro país se extiende a Mendoza, San Juan, Catamarca, Salta, Neuquén y Río Negro. Como ocurre con los vinos tradicionales, la mayor parte de la producción local es exportada a países donde lo orgánico pasó de la moda a la cotidianeidad. Así, un estudio realizado por el Senasa determinó que las últimas exportaciones de vinos orgánicos hacía Europa fue de 3,5 millones de litros.
Como todo producto orgánico, el consumo de vinos naturales tiene sus pro y sus contras. Así lo explica Jerónimo Tellarini, miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS). “Podemos hablar quizás de una mayor expresión del terroir (terreno) ya que al no agregar agentes químicos sus diferentes componentes representarían mejor las características del mismo”, concluye. Sin embargo, Tellarini aclara que “orgánico no es sinónimo de calidad o buen gusto: la calidad depende de su elaboración y en cuanto al gusto es estrictamente personal”.
Claro que no cualquiera puede llegar a producir vinos orgánicos. Si bien el proceso de elaboración es muy similar al de los tradicionales, existen algunas pautas que deben cumplirse a rajatabla para lograr obtener la preciada denominación de “orgánicos”. Desde la producción de las uvas hasta el proceso de vinificación debe existir una certificación de organismos que garanticen la trazabilidad y la condición de orgánicos de los vinos. Y aquí otra de las trabas con la que se encuentran los productores a la hora de intentar ampliar el mercado para el cual producen. Las implementaciones requeridas conllevan necesariamente mayores costos que terminan traduciéndose en el precio. Esto provoca que aquellos que no son seguidores de “lo natural” terminen eligiendo la propuesta tradicional.
Según Tellarini los precios de los vinos orgánicos son amplios, como los de los tradicionales. “Existen muchas opciones en el orden de los $50, pero también hay algunas etiquetas más sofisticadas con un valor más alto”, informa.
A pesar de esto, la tendencia indica que la gente elige cada vez más consumir estos vinos, en busca de una nueva experiencia sensorial y, porqué no, mostrar un pequeño compromiso con el medio ambiente.
Si bien no son mayoría las bodegas que se dedican a producirlos, por su reciente expansión muchas decidieron lanzar al menos una etiqueta orgánica para adaptarse a las exigencias del mercado. A los pequeños locales que apuntan a la especialización y se dedican a la venta exclusiva de productos naturales, se le suman más restaurantes que incluyen en sus cartas de vinos productos 100% naturales.
La tendencia mundial es hacia alimentos más sanos. En nuestro país, donde muchas veces los movimientos se dan con algunos años de atraso, se están empezando a ver signos de avance en este rubro. Será cuestión de asumir las ventajas comparativas que poseen nuestros campos, precisamente en un “idem” que se encuentra en un claro crecimiento.