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2011, la mejor de todas las cosechas

Se sabe que los enólogos siempre sueñan con que su próximo vino sea el mejor; sin embargo, a veces la naturaleza se los impide. Pero este año, al igual que los dos anteriores, el clima fue ideal para lograr la óptima madurez de las uvas. Y sólo a partir de ellas se puede aspirar a concebir grandes vinos.

Hay muchos factores que juegan el partido e influyen en el resultado final de la cosecha. Algunos de ellos tienen que ver con el conocimiento que los ingenieros agrónomos tienen de sus viñedos y las tareas aplicadas a lo largo del año. Porque, suponiendo que el terruño sea el más apropiado para el cepaje en cuestión, y según hayan sido la conducción, la poda o el tratamiento de las plantas, por ejemplo, será la calidad de cada grano. También influyen las tecnologías aplicadas y la mano de obra calificada. Pero más allá de todos los avances que están logrando los agro-enólogos en cuanto a tipificación varietal, vinculados al mayor conocimiento de los suelos, está el clima. El único factor indomable para el hombre.


Por suerte, las regiones vínicas de la Argentina se encuentran en un lugar privilegiado, de norte a sur, al pie de la cordillera de los Andes. Generalmente, el clima es más parecido al de un desierto que al del campo o la playa, donde las lluvias son protagonistas. Por suerte, el agua es escasa y por eso las enfermedades en las viñas son esporádicas. Y si bien el tema climático es algo más complejo, a grandes rasgos se puede afirmar que todas las cosechas en la Argentina son más que buenas. No obstante, la 2011 que acaba de finalizar ha sido excelente. Pero lo más importante no es analizar aquí los factores climáticos, sino tener en cuenta ese número que poco a poco comenzará a estar presente en todas las etiquetas de vinos: 2011.
Porque los vinos ya fermentaron y superaron las expectativas que los enólogos tenían. Y hoy, con los vinos en los tanques y en las barricas aún en pañales, ya son varios los que aventuran blancos sobresalientes y tintos concentrados, de colores intensos y sabores profundos.
Al parecer, será el año en el que los blancos nacionales dejarán de estar a la sombra de sus pares tintos. Porque dicen que los Sauvignon Blanc del Valle de Uco serán salvajes y maravillosos, que los Chardonnay de altura mendocinos salieron más elegantes que nunca y que los Pinot Gris, por nombrar una de las uvas alternativas del momento, serán sobresalientes. Incluso el argentinísimo Torrontés salteño, a pesar de las lluvias, se las arregló para volver a ser de los blancos más destacados. Por su parte, los tintos no se quedarán atrás. Los Malbec de todas partes serán, como siempre, los más atractivos, al tiempo que los Bonarda en Mendoza explotarán con su intensidad frutal. Los Cabernet Sauvignon gozan de tan buena concentración que ya muchos apuestan a que el potencial de guarda de dichos vinos será inédito. Por último, la joya vínica que venía asomando confirmará que está para mucho más que para el premio revelación; el Cabernet Franc.
Éstos son sólo algunos ejemplos. Lo importante es tener en cuenta este dato y saber que primero (en un par de meses) aterrizarán en las góndolas los blancos y tintos del año, más simples. Luego, en primavera comenzarán a llegar los rosados y algunos blancos más serios. La clave estará en recordar durante los próximos dos años que los vinos 2011 de alta gama no sólo serán una buena inversión, si se piensa en guardar vinos, sino también serán los mejores vinos argentinos.

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