ayer escuchando una cadena de radio estaban debatiendo este tema y no dejo de parecerme algo muy interesante…asi que hoy me dedico a realizar un articulo sobre ello.
Crece la producción de vinos en los países árabes del mediterráneo
Tras años de fuertes enfrentamientos internos y a pesar de la oposición de los grupos religiosos integralistas, la producción de vino en los países árabes del área mediterránea como por ejemplo Algeria, Egipto, Jordania, Líbano, Marruecos y Túnez está conociendo un verdadero renacimiento. Actualmente, en estos países, se producen 146 millones de botellas de vino y cerca del 20% de la producción es exportada a Europa.
En Egipto la producción se ha duplicado desde el 2000 hasta hoy, alcanzando los 8,5 millones de botellas, tres cuartas partes de las cuales son consumidas por los turistas.
Líbano es un productor con una sólida experiencia mientras que Siria, en los próximos dos años, comenzará a producir vino gracias a los viñedos plantados cerca del puerto de Latakia por el empresario siriano Johnny Saade. A pesar de las recientes incursiones militares de Israel, en 2006 el Líbano ha revitalizado la producción. La mayor parte de los viñedos se encuentra en el estratégico Valle del Bekaa en donde el facturado creció un 10% en 2007.
En el Magreb, Algeria, hace pocos años el principal país exportador, ha tenido que ceder el paso a Marruecos y Túnez.
Los tres países árabes, Líbano, Marruecos y Túnez siguen ocupando el primer puesto con aproximadamente 13.000 hectáreas de viñedo. Según Hugh Johnson, Marruecos posee los mejores viñedos.“Es necesario superar los prejuicios sobre los vinos árabes” ha declarado Jean-Pierre Dehuf, uno de los mayores productores marroquís de la bodega Meknes. “Hoy en día todavía muchos piensan que la situación sigue siendo como en la época colonial, en la que grandes tanques de nuestro vino a granel eran enviados hacia Europa. Actualmente Marruecos tiene 14 denominaciones de origen, las más conocidas son Les Coteaux y Beni M’Tir.
El vino en el mundo árabe vive su nueva edad de oro con una producción y un volumen de negocios en pleno crecimiento y una mejora constante de su calidad, pese a la oposición de los sectores islamistas.
“Hay tres factores propicios al consumo de vino: el dinero, la democracia y la paz. Incluso si los países árabes no los reúnen todos, las condiciones están haciéndose tímidamente favorables en esa región”, declara a la AFP el enólogo francés, Denis Dubourdieu.
Tras un largo eclipse a causa de nacionalizaciones o guerras, la industria vinícola está en plena expansión actualmente
Señoreando el sur de Líbano, las colinas sirias ocupadas del Golán, la antigua Palestina, es un histórico lugar estratégico. En sus peñas cortadas a pico hay profundas galerías excavadas, desde hace mucho tiempo, que llegan al cauce del río. Tanto el castillo como, sobre todo, el agua, han sido siempre muy codiciados. . Hay viñedos cerca de la orilla del lago.
La tierra de la planicie de la Beqaa, fértil y soleada, antiguo granero de Roma, es propicia al cultivo de la vid. Desde Kefraya hasta Chtaura y Zahle se extienden las fincas de las mejores marcas de vinos locales.
Esta cultura se remonta a la época de los fenicios, hace cuatro mil años.
Entre las ruinas romanas de Baalbeck, no muy lejos de estas bien cuidadas viñas, destaca el templo del dios Baco.
De todas las bodegas, la de Ksara es la más antigua y conocida. En sus cavas, de dos kilómetros de largo, reposan los crudos en toneles de madera, hechos en Burdeos, y en miles de botellas encerradas tras verjas de hierro. Algunas de las galerías de terrosas paredes húmedas, ahora empapadas de olor a vino, son del tiempo de los romanos.
Por azar fueron descubiertas por lugareños que, persiguiendo una zorra que merodeaba alrededor de sus corrales, se escondió en las cavas. En 1857, los jesuitas construyeron nuevos tramos de túneles para guardar el vino de Chateau Ksara, el más famoso de Líbano. Cuando concluyó el mandato francés, en 1943, se supuso que acabaría esta producción de vino local, debido a las costumbres religiosas musulmanas de la mayoría chií de la población de la planicie.
Pero los jesuitas continuaron plantando cepas de muscat, de cabernet sauvignon, ampliando las hectáreas de superficie de cultivo.
En 1973, la orden de San Ignacio vendió la propiedad a un grupo de hombres de negocios que la consolidaron y extendieron.
En otros parajes del norte de Beirut, el monasterio católico armenio de Bzuman produce su propio vino desde el siglo XVIII, así como lo elaboran también otros conventos maronitas desde fechas más recientes, en una muy arraigada tradición monacal.
Hay otras marcas como Kurun, Domaine des Tourelles, Clos de Saint Thomas.
Kefraya, la mayoría de cuyas acciones fueron adquiridas por Walid Jumblat en los años de las guerras. la bodega libanesa más premiada del país de los Cedros y una de las más reputadas de Oriente Próximo.
Su historia transcurre pareja –y a menudo se entremezcla- a la convulsa Historia del Líbano, lo cual hace del éxito de estas bodegas, que este año introducen sus vinos en España, “un milagro”, como dice su propietario, mentor y fundador, Michel de Bustros. Este humanista, amante de la literatura, la música y los vinos –”la belleza”, resume- comenzó limpiando con sus propias manos un terreno pedregoso en 1951 y cultivando las primeras viñas -“pensé que era lo único que crecería aquí”- así como árboles frutales. La finca, una herencia familiar, tenía el clima adecuado para la uva: situada a 1.100 metros de altitud, goza de seis meses de precipitaciones y seis meses de un sol espléndido al año. Pero sólo el trabajo manual de De Bustros y sus empleados –muchos de los cuales siguen trabajando en esta finca del Valle de la Bekaa, si no sus hijos- hizo de aquel pedregal el embrión de un próspero negocio.
Su historia transcurre pareja –y a menudo se entremezcla- a la convulsa Historia del Líbano, lo cual hace del éxito de estas bodegas, que este año introducen sus vinos en España, “un milagro”, como dice su propietario, mentor y fundador, Michel de Bustros. Este humanista, amante de la literatura, la música y los vinos –”la belleza”, resume- comenzó limpiando con sus propias manos un terreno pedregoso en 1951 y cultivando las primeras viñas -“pensé que era lo único que crecería aquí”- así como árboles frutales. La finca, una herencia familiar, tenía el clima adecuado para la uva: situada a 1.100 metros de altitud, goza de seis meses de precipitaciones y seis meses de un sol espléndido al año. Pero sólo el trabajo manual de De Bustros y sus empleados –muchos de los cuales siguen trabajando en esta finca del Valle de la Bekaa, si no sus hijos- hizo de aquel pedregal el embrión de un próspero negocio.
Situado en el corazón del Líbano, en el valle de la Bekaa, el viñedo de Château Kefraya se extiende por 300 hectáreas hasta el pie del Monte Líbano, 20 km. al sur de la ciudad de Chtaura. El viñedo, plantado en una sucesión de terrazas y colinas con cuestas muy empinadas, a una altitud de 950 a 1100 m. en un suelo arcilloso, con lima y piedras, junto con una luz solar excepcional, , posee una equipamiento altamente sofisticado que permite el traslado de las uvas, que se recogen a mano, así como su proceso posterior, para la elaboración de un vino especial y auténtico, exclusivo de Château Kefraya.Esta finca ha recibido grandes elogios de los críticos internacionales y revistas especializadas como “The wine advocate”, “Decanter” y “e Paysan Français” Las variedades más comunes son Carignan, Syrah, Mourvedre, Grenache, Cnsault, Cabernet-Sauvignon, Clairette y Chardonnay.
Año tras año, logró ampliar sus dominios hasta reunir 300 hectáreas de viñedos. Al principio vendía sus frutos; en 1978 decidió fermentar su propio vino, idea que se hizo realidad un año después. La guerra civil estaba en pleno apogeo, pero eso no impidió que el Nuevo Kefraya –como llamó a su primer vino- llegase a cada restaurante beirutí. “En lo que a mí respecta, dos palabras describen este periodo: imprudencia y temeridad. Estaba demasiado asustado de ver cargas de problemas afectando a nuestras actividades y de no estar aquí para resolverlos en el momento”.
Carros de combate israelíes ocuparon, en el verano de 1982, el castillo y los viñedos de Kefraya.
Ni las guerras, ni los incesantes combates, ni la exacerbación de ciertas costumbres islámicas han frenado la producción vinícola, aunque haya localidades y establecimientos públicos en Líbano donde no se consumen bebidas alcohólicas, especialmente en regiones chiíes del sur.
La mitad de su producción se exporta a Francia, a EE. UU., a Canadá. Como esta mediterránea tierra goza al año de 320 días de sol, las cosechas son espléndidas. Con métodos modernos se efectúa tanto la vendimia como la elaboración del vino y del arak,esta suerte de anisete local, muy popular. Muchos vendimiadores son beduinos o kurdos que vienen de la República de Siria.