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El origen del vino: la historia que empezó en una vasija


Hablar de vino es hablar de tiempo. Hoy descorchamos una botella sin pensar demasiado en ello, pero lo cierto es que cada sorbo que damos tiene detrás miles de años de historia. El vino no nació en una bodega moderna, sino en una simple vasija olvidada al sol.

El primer brindis de la humanidad

Los restos más antiguos de vino se han encontrado en la zona del Cáucaso, sobre todo en Georgia, Armenia e Irán. Hablamos de hace unos 7.000 – 8.000 años. Allí, unas uvas fermentaron de manera natural en recipientes de barro. Cuando alguien las probó, descubrió que aquello no era solo zumo: era algo diferente, con magia.

De dioses y rituales

Los egipcios lo asociaron a la nobleza y a los faraones; los griegos lo pusieron bajo la protección de Dionisio y lo llevaron a sus banquetes; y los romanos lo convirtieron en un producto esencial de su imperio. Gracias a ellos, la vid viajó por toda Europa, de la península ibérica hasta Germania, marcando paisajes y costumbres.

Monjes, monasterios y copas llenas

Durante la Edad Media fueron los monjes quienes salvaron al vino del olvido. En los monasterios no solo lo usaban para la misa: también mejoraron los viñedos, perfeccionaron las técnicas de vinificación y dieron al vino un lugar central en la vida social.

Del pasado al presente

Hoy el vino está en todas partes: en celebraciones, en nuestras mesas, en viajes, en conversaciones. Pero cada vez que lo servimos, seguimos repitiendo un gesto ancestral. Esa unión entre naturaleza, cultura y disfrute lo hace único.


👉 El vino no empezó en una copa de cristal, sino en una humilde vasija de barro. Y, desde entonces, no ha dejado de acompañarnos.