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BORGOÑA: EL PARAISO DE LA VID.

Para ubicarnos un poco, la región de Borgoña, se sitúa en la parte este de Francia, entre los ríos Saona y Loire, abarcando una extensión de 250 kilómetros, desde el norte de Chablis, hasta al sur de Maconnais, siendo una región que tiene un ancho de 50 km, siendo una de las zonas más privilegiada para industria vitivinícola francesa y mundial.
Dentro de toda esta zona, se delimitan cinco grandes zonas de producción: Cöte de Nuits, Cöte de Beaune, Cöte Chalonnaise, Chablis y Mäconnais. La tierra más cara del mundo está en una parcela de alrededor de 1,8 hectáreas, y se denomina Romanée-Conti cubre alrededor de 1,8 hectáreas. El suelo de esta tierra es de una arcilla muy fina, con que no cuentan las parcelas que la limitan, su drenaje natural es absolutamente perfecto, se la llama “Costa de Oro”, y producen los mejores vinos tintos del mundo. Del mismo modo las parcelas que limitan a esta última cuentan con su propio terruño, tipo de suelo, tipo de pendientes, que lo hacen adaptar con su entorno y su clima.
Esta región cuenta además con un record de denominaciones, ya que, entre otras cosas posee; 44 denominaciones municipales, 32 grand crus, 23 denominaciones regionales y semi regionales y alrededor de 560 denominaciones premiers crus.
La uva más destacada en esta región es la Pinot Noir, que constituye la superficie del 70% de los viñedos, se la utiliza para los grandes reservas de Cöte de Nuits, y por otro lado la otra reina de la región es la variedad Chardonnay, donde se distinguen el Chablis o el Puligny-Montrachet, también hay otras variedades, pero en mínima cantidad, por ejemplo Sauvignon Blanc, Merlot, Carignan, Aligote, Gamay o Tressot. No nos podemos olvidar, del clásico corte de Borgoña, integrado por tres variedades como la Pinot Noir, el Merlot, y Carignan.
Es necesario aclarar, que la observación de una etiqueta de un vino de la Borgoña francesa, es casi indescifrable, ya que está diseñada en base, no solo a la región de Borgoña, sino también a localidades, a pueblos, o a parcelas, y hasta los entendidos suelen identificar cada parcela a determinados propietarios, ya que pueden ser muchos los productores dentro de cada una de ellas.
Como vemos, el mundo de la Borgoña, parece ser sensualmente inextricable, pero tan solo imaginar, o tener la posibilidad de visitar sus viñedos, toda la gama de colores que lo contextualizan, poder percibir sus aromas, e intentar desplegar todos nuestros sentidos con dirección a los que podrían considerarse los mejores vinos del mundo, es también parte de un bello y sensible ejercicio de la imaginación. Bon appetit.
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