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Un mono alado representa la segunda añada de Pluma Rosé

Rojo fresa con matices azulados, franco, envolvente y cremoso. Así es la cata de este Rosado

La segunda cosecha de Pluma Rosé acaba de ver la luz. El vino rosado de Bodegas El Inicio llega a nuestra mesa recordando una añada 2018 que nos ofrece un carácter climático mucho más atlántico, transformándose en un vino grácil, más fresco, más aromático y divertido, que representamos con el “Mono Alado” de esta etiqueta.

Y es que el rinoceronte incluido en la etiqueta de la añada de 2017 da paso a otro personaje para albergar un vino distinto en la botella. “No buscamos un vino rosado idéntico y homogéneo cada año, sino que cada cosecha tenga su propia personalidad. Por eso en la etiqueta del 2017, añada marcada por la fuerte sequía que imprimió carácter y mineralidad, apareció un Rinoceronte Alado, un animal poderoso, esquivo para verlo con facilidad, pero a su vez amable y grácil como reflejan sus mitológicas alas. En esta ocasión hemos incluido un mono también con alas, porque es un animal divertido que resume en una imagen la frescura del vino que contiene la botella”, explica el enólogo y director técnico de Bodegas El Inicio Ángel Luis Margüello.

Porque esta es la filosofía de la bodega, que sus vinos tengan personalidad propia como ocurre con esta nueva elaboración de un producto amparado por la Indicación Geográfica Protegida Vino de la Tierra de Castilla y León. Pluma Rosé es el rosado procedente de viñedos viejos de Castilla y León, de unos 700-750 metros de altitud y suelos con alto contenido en caliza. Estas características, junto a su climatología continental con influencia atlántica, le confieren mineralidad y frescura, mostrando la particularidad y el alma de nuestra tierra.

Para su elaboración se utilizan tres variedades: Tempranillo, Garnacha y una tercera variedad blanca que aporta el toque y la personalidad que se busca. Hay que destacar que  en su elaboración no hemos introducido ningún tratamiento de clarificación.

Alzando la copa disfrutamos de un color rojo fresa con fuertes matices azulados. En nariz es muy franco, se aprecian claramente los aromas minerales junto con matices frutales (fresa) y florales (violetas). Aromas tradicionales de los antiguos vinos de la zona pero con matices de fruta roja muy presentes. Su boca es la fase más representativa de este vino: mineral, envolvente y muy cremoso, con un postgusto largo pero sutil y divertido que invita a terminar la botella. El resultado: un rosado que, según el criterio de muchos de los consumidores, “sabe a vino”, sin plegarse a estilos comerciales, para tomarlo fresco y disfrutar de la vida.