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El color del cepaje

Fuente: Brascó – La Nación
La uniformidad fashion púrpura oscura conspira feo contra la personalidad de cada variedad de tinto


Si a cada cepaje de Mendoza lo vinificamos según lo determinan sus intensidades antocianas espontáneas, el merlot dará tintos de un rojo rubí bastante menos intenso que el escarlata azulado del malbec y el cereza caoba del cabernet sauvignon. El pinot noir, por su parte, ha de tener tonos rojo guinda mucho más livianos que el púrpura carnoso del syrah, pero bastante similares al liviano rojo guinda de los hermitage franceses. En cuyo caso, con sólo observar sus tonos en las copas, podremos decir: “Este es un merlot; aquel otro, un malbec, y el de la derecha, un syrah”. Pero si, en cambio, tanto en la viña como en las vinificaciones, a todos les aumentamos el efecto colorante de sus antocianos, syrah, cabernet, pinot noir, malbec, etc., todos virarán de manera uniforme hacia el púrpura negro parejo que uniformiza a los New World Wines elaborados para el negocio exportador.

Le doy ejemplos concretos para entendernos mejor. Varietales argentinos con tonos genuinos del cepaje son el Reserva Merlot hecho por Michel Rolland para Bodega del Fin del Mundo, el Malbec San Felipe Roble de Bodegas La Rural, el Línea Tonel de Finca La Anita para el Syrah-Cabernet o el Varietal Cabernet Lurton para el Cabernet Sauvignon.

Estas distintas tonalidades tienen el mérito de su diversidad, hacen que estos vinos sean idénticos entre sí y a la vez tan distintos de los otros. En el color, la filiación de los aromas y las texturas de su paladar, los sabores afrutados o de roble que se instalan en la boca, e incluso por el matiz de ciertos terruños, el perfil de una determinada cosecha, la presencia o no del roble y de la fruta.

Michel Rolland fue muy claro al respecto. Cuando, en la década del noventa, le pregunté por qué las tonalidades púrpuras retintas uniformes estaban reemplazando a los antiguos y atractivos matices rojos de los vinos mendocinos, su respuesta fue sumamente directa: “Te guste o no, tus tintos argentinos se venden en el mundo como New World Wines -dijo el wine maker francés-, apoyados por un marketing probadamente vendedor, de tintos corpulentos con tonos oscuros. Si a un lituano le ofrecen un merlot argentino liviano, de tonalidadaes claret Médoc, se resistirá a probarlo por no ser New World Wine. Yo vine aquí para mejorar la exportación de los vinos argentinos. ¿No están vendiendo ahora mucho más? Pues entonces no se quejen”.

No me quejé, pues ya sabía, tanto por diablo como por viejo, que nadie la talla contra la irresistible presión de la comunicación masiva americana (televisión y cine a nivel mundial, coincidente prensa especializada, etc.) promoviendo la fashion gourmet del tomar vino y no otros drinks como hábito high class de la buena mesa. Pero insistí siempre en apoyar con todas mis fuerzas gramaticales (otras no tengo) la fuerte personalidad propia y la diversidad versátil de los vinos argentinos, producidos en el país para consumo de su mercado interno, y su negativa a desdibujarse como meras fotocopias los unos de los otros y todos ellos, de las commodities export, casi idénticas, del comercio mundial, diseñado o influido por los wine makers del macrobusiness norteamericano.

Somos todos muy amigos; Paul Hobbs, Robbie Cipresso, Alberto Antonini, etc. Pero respetémonos las diferencias respectivas.

Por Brascó
mbrasco@fibertel.com.ar

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